Al hilo de las ensoñaciones...

sábado, 22 de junio de 2013

Derecho a la ira

Una terrible forma perversa de dominación es prohibir el derecho a la ira. Extirpar el grito ahogado de la garganta, abortar la voz y atar las manos a la espalda.
Y digo perversa pero digo mal, no es en el sentido literal perversa como algo invertido, algo que va por otro camino distinto al que se considera normal. Es perversa entendido como malo, cruel y retorcido. Digo mal, pero digo bien, porque pese a ser cruel y retorcido, es el camino habitual, no es un camino pervertido, es el más transitado.
A las mujeres se nos impide en un cierto sentido el derecho a enfadarnos. Me explicaré lo mejor que sea capaz. Mi tesis es la siguiente, hay en un espectro de cosas, en las que las mujeres, socialmente no somos educadas para mostrar ira. Y cuando digo ira digo ponerse hecha una hidra. Decir tacos, frenar, poner límites, decir basta, mandar a alguien a tomar por culo.
Que te pisan el fregado, si; que te ensucian el lavabo, si; que te ponen los cuernos, si; que pillas a tu pareja o a un amigo/a en una mentira, también. Hay un campo amplio que transcurre en lo que se considera nuestro ámbito (de acción) y lo que se espera de nuestro rol de género, a saber: ser ordenadas, buenas, educadas, eficientes, respetuosas, comprensivas, empáticas, sensibles, pacientes (muy pacientes), alegres, intuitivas, limpias. En fin los transcendentales de los que hablaban los medievales: ens, unum, verum, bonum, pulchrum.
Bien, cualquier cosa explicable desde esas categorías, justificaría un enfado.  Esto es, si nosotras actuamos como las mujeres que se supone que debemos ser, y en nuestro hacer cotidiano algo ataca nuestras labores o afecta a ese modo de ser, el enfado (temporal y transitorio), estaría justificado.
Además el enfado es preferible que curse con morritos de niña pequeña o como la fierecilla domada o como esa asquerosa película de John Wayne ("Un hombre tranquilo"), donde, una mujer por establecer límites, es arrastrada del pelo por prados, hasta ser obligada a casarse. Es decir, es imprescindible que dejemos entrever que es posible nuestra doma.
Ahora bien, si el enfado cursa con acciones asertivas que establezcan claramente los límites que no vamos a tolerar, entonces podemos tener dos problemas, nuestro enfado, y el enfado de la persona que legítimamente se cree con derecho a ahogar nuestra voz.
Qué enfados no están permitidos... Bien, podría hacer una lista muy larga y muy discutible, pero como esto es una opinión y un blog seré breve. No se admiten enfados iracundos que intenten establecer libertad en la toma de decisiones, que atenten contra la imagen de seres angelicales que debemos ser, que digan que cualquiera de nuestros seres queridos o muy cercanos o seres que consideramos débiles y necesitados, nos tienen hasta los mismísimos cojones (dudaba de poner esta palabra, pero es mi blog y pongo lo que me da la gana). Es decir cualquier enfado que se revele contra la tiranía polimórfica y perversa a la que estamos sometidas las mujeres.
Y si señores si, pueden ustedes pensar que eso del perverso polimorfo es muy freudiano, y que la tiranía patriarcal está tan pasada de moda como la expresión proletario y obrero para describir a los pringaos de los curritos. Pues si, efectivamente, está psado de moda, igual que el tergal, y al igual que el tergal, lo seguimos teniendo, apolillado en nuestro asqueroso fondo de armario.
¿Es que jamás nos vamos a plantear por qué narices somos las mujeres las que más sufrimos enfermedades autoinmunes, depresiones, hipotiroidismo, ansiedad?
¿Es que no vamos a llamarle nunca a las cosas por su nombre? Joder, coño, tristeza, sumisión, dominio, olvido.
No se puede decir: "estoy harta de que mis hijos me tengan esclavizada", "no me da la gana obedecer", "mi madre enferma me va a acabar matando", "ojalá enviudara antes que él", "te odio", "estoy harta", "os vais a ir todos a la mierda y que os atienda el espíritu santo". Decir y actuar en consonancia, "déjame en paz".
No, podemos enfadarnos y patalear un rato, y a los cinco minutos olvidarlo todo y ser ese ser amoroso y benévolo caracterizado por la "Primavera" de Boticelli. Una madre fecunda, nutricia, amorosa, desprendida, dadora de vida y de amor.
El amor a los demás tiene un límite, el nuestro propio no debería tenerlo.
Basta ya del miedo, basta ya del "te pones muy fea cuando te enfadas", basta ya de ahogar el grito, de posar la rabia, de bajar las defensas.
Somos tan guapas cuando nos enfadamos que nos convertimos en animales sobrehumanos. Doblamos las fuerzas, despegamos del suelo somos rojas de sangre, negras de bilis. Somos tan guapas cuando enseñamos los dientes, cuando bufamos, cuando se nos eriza el lomo y sacamos las uñas. Somos seres preciosos, acrecentadas por la ira, . Inteligentes, poderosas, brujas, mujeres, con legítimo derecho a la ira y con derecho a morder.