Al hilo de las ensoñaciones...

viernes, 16 de noviembre de 2018

El hastío y el día mundial de la Filosofía


Es posible que solo sea la rutina o quizá el cansancio, pero a veces agota el bregar con intentar comprender este mundo. Es tal la sensación de estar velada por varias capas de apariencia, que difícilmente se pueden soportar los discursos que se desarrollan en las capas más superficiales.  Hastío, esa es la palabra.
Si nada hay ya en el margen, si todo es un producto susceptible de venderse y comprarse, entonces vivimos en una especie de Hotel California, “podemos pagar la cuenta cuando queramos, pero nunca podremos escapar”. Nada tiene sentido. No sé muy bien desde donde pelear. Quizá buscando tras las palabras aquellos sitios desde donde se construyen los mensajes. Mirando con esmero detrás de varias manos de barniz. Es posible que hacer Filosofía hoy sea un trabajo similar al de acuchillar el parqué. Empeñarse con fuerza en levantar la capa brillante que cubre el piso.
Les raboteurs de parquet. Gustave Caillebotte 

La cuestión es que si no hay margen, entonces no hay crítica real. La crítica solo se puede establecer desde lejos. Pero es que no hay nadie con voz que viva fuera del mundo que hemos creado. Quien vive fuera, o muere pronto o no es escuchado. Una vez escuchado, se convierte en producto. Me parece aterrador y claustrofóbico. Nada es real y lo que lo es, no existe.
Los mensajes van perdiendo su fuerza transformadora a base de ser convertidos en un eslogan publicitario. Nosotros mismos perdemos autenticidad cuando nos convertimos en publicidad de lo que nos gustaría ser. La ideología se entremezcla con la más absoluta de las ignorancias en un mundo donde apenas hay tiempo para poder asimilar la enorme cantidad de información.  Ideología, interés e ignorancia, esa es la mezcla que combina nuestros actos.
Y así se acaba malgastando la energía en iniciativas que finalmente serán productos: el feminismo reducido a camisetas, la solidaridad a vídeos virales, la tolerancia al marketing, la política al ejercicio del poder.
Ayer fue el día mundial de la Filosofía, fui a un Café Filosófico organizado por la Sociedad Aragonesa de Filosofía donde se habló de un mundo sin Filosofía (acaso nuestro mundo hoy, decía uno de los invitados, Ismael Grasa).
El autor del blog Cajón de lo pensado hizo una pregunta interesante. Vino a decir que la razón ya no convence, quizá porque no mueve los afectos cuando son precisamente los afectos los únicos capaces de mover a las personas.  En este sentido ¿cuál debería ser el papel de la Filosofía en nuestro mundo?
De camino a casa fui pensando a ratos en la pregunta:  afecto ¿hacia quién? ¿hacia qué?, hacia una realidad que no asimilamos, hacia una sociedad que no percibimos? ¿hacia una comunidad que no tenemos?. Creo que en realidad somos individuos atomizados, agobiados, aislados, con vidas enajenadas. ¿Somos una sociedad? ¿Hasta qué punto nos pertenece nuestra vida? ¿Hasta qué punto nos pertenecemos? ¿Cómo vamos a convencer mediante el afecto en un mundo en el que la apariencia ha usurpado el puesto de la realidad? ¿Qué afecto sentir cuando hay gravísimos problemas de identidad, de compromiso? ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Qué necesito? ¿Cuál es mi comunidad? ¿Cuál es mi vínculo con ella?
Es difícil convencer mediante la razón porque solo el sentimiento convence y mueve, conmueve. Pero primero debe haber una percepción clara de cuál es nuestro puesto en el mundo y cuáles son nuestras capacidades. Es imprescindible tomar conciencia de nuestra valía como humanos, como sociedad, como comunidad, como vecindario. Desvelar.
No obstante es complicado tomar conciencia de nuestra valía como humanos una vez hemos llegado a percibir que nada de lo que podamos hacer vale la pena. Y no digo que no valga, no digo que no podamos, digo que somos una sociedad deprimida, con una enorme sensación de impotencia y sin conciencia de formar una sociedad (sociedad entendida como algo más que la mera suma de personas). Cómo hacer sentir cuando se vive en la apatía.
Una amiga me enseñó un término:  indefensión aprendida, es decir, la pasividad de un sujeto por evitar el dolor cuando ha aprendido que nada de lo que haga realmente vale la pena para evitarlo. Sea esto real o no, creo que como sociedad adolecemos de la conciencia de serlo y de la conciencia acerca de nuestra capacidad transformadora de la realidad.
La indefensión aprendida se extiende incluso a la sensación de no ser capaces de comprender por qué suceden las cosas y acaso, qué es lo que sucede. Sería como una especie de indefensión cognitiva. Es decir, la incapacidad para poder entender y por tanto la renuncia a intentarlo.
Sería bonito poder vencer juntos alguna vez. Destronar a la posverdad, creer en algo, aunque fuera pequeño. Ver con nuestros ojos  que hemos sido capaces de hacer algo juntos y que hay cosas que son verdad: que el respeto es imprescindible, que nos necesitamos.
No sé muy bien qué papel podría cumplir la Filosofía a ese respecto, quizá pudiera crear un margen o mantenerse en él. Quizá debiera ser un espejo, o acuchillar el parqué. Sin conciencia no hay afecto y sin afectos no hay cambio.
Lo único que sé es que hoy esta caverna me parece más oscura y más fría que nunca.