Al hilo de las ensoñaciones...

domingo, 7 de abril de 2019

Shine on you crazy diamond


Llegados a este punto, cabe ir aceptando que da igual la cantidad de veces que nos caigamos, porque una vez que pasa el dolor, el suelo es demasiado duro para permanecer durante mucho tiempo tirados en él. Nos levantaremos siguiendo (aún no sé) un instinto de vida o un instinto suicida. Da igual cuántas veces nos hayamos desollado las rodillas por andar sin frenos en la bici, porque volveremos a andar sin ellos cuando la sangre se haya cortado y la herida haya cicatrizado.
Miro por dentro y dudo que algo haya cambiado realmente. Escucho “Shine on your crazy diamond” y observo incrédula, que todo sigue igual aquí dentro. Los años hacen poca mella en los anhelos y la experiencia del dolor solo sirve en algunos casos para retrasar o demorar otra caída. La vida es la extenuante tarea de tropezar , desandar tres pasos, andar uno y con un poco de suerte alcanzar la satisfacción del trabajo bien hecho de nuevo con las rodillas heridas.
Envidio el optimismo de quien se lo pueda permitir, envidio a quien se rinde y para, envidio la ataraxia y la apatheia, envidio el espíritu de la lucha de las guerreras, envidio la energía eléctrica de las tormentas que almacenan ciertas personas. A mí me mueve un estúpido corazón que, por culpa de su absurda esperanza, me está destrozando las rodillas.

2 comentarios:

  1. Lo envidiable es la capacidad de relatar la caída, y la recaída. Quizá ese optimismo, esa serenidad de espíritu, sea un acto de cobardía, una parálisis, un freno a esa pulsión de muerte, y de vida. Sigue relatando. Abrazos

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    1. Se supone que con la edad una debería alejarse más de Nietzsche y quizá acercarse a los estoicos, pero ya ves, tarde o temprano vamos cogiendo valor para mirar a esa pulsión de muerte.
      Gracias por tus palabras. Un abrazo.

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