Una estrecha franja en el gris helado. Un vacío
espacio-temporal que pone en marcha la huida hacia ninguna parte. Evasión, punto
de fuga.
“Recuerda, cuerpo” las tardes de verano. El sol y la piel
expuesta a la languidez estival.
El tiempo detenido; alguien lo ha extraviado en mitad del invierno.
Sol, calma y piel.
Las horas muertas y la respiración entrecortada marcan el compás de una
cadencia hedonista. Una mano sigue el
mapa infinito del deseo.
Horas llenas, horas vacías, horas perdidas. Lejos. Imposible.
Verano.
Un susurro quedo detiene los segundos de golpe. El gris
olvidado se ha roto definitivamente.
Aquí, fuera del mundo, unos labios han entrado en llamas.
Hoy
es nunca, eterna tarde de verano.