Al hilo de las ensoñaciones...

martes, 17 de noviembre de 2020

Día mundial de la Filosofía

"De los bienes que la sabiduría procura para la felicidad de una vida entera, el mayor con mucho es la adquisición de la amistad".  Epicuro, Máxima Capital 27.

"El sabio,(...) Del modo como, al comer, no busca la abundancia, sino la exquisitez, así quiere sacarle su fruto al tiempo, no abundante, sino exquisito". Epicuro, Carta a Meneceo

Nos toca habitar un mundo complicado. Cada día hay que bregar con las propias contradicciones personales y la suma de todas las incongruencias e injusticias con las tejemos una realidad social inabarcable para el entendimiento… porque la vida se vive cada día, pero cada es una vida más difícil de vivir. Cuando Orwell escribió 1984 no se iba a imaginar que un virus nos enseñaría a doblepensar y que nuestra palabra especial en neolengua del 2020 sería "nueva normalidad".

La filosofía constreñida en corsés académicos, divulgada en series, reivindicada en tweets, encuentra pocos cauces reales para hacerse. ¿Hay tiempo? Estamos ocupados sosteniendo una cosa y la contraria a la vez. Ocupados y preocupados en no enfermar pero en intentar hacer la vida como antes. Ocupados en cifras; en el mejor de los casos, ocupados cogiendo tranvías y metros abarrotados, en el peor, preocupados por echar el cierre a un negocio; por poder alimentar a la familia; por poder respirar mañana. 

Ocupados, preocupados, aislados.

Leemos que la Filosofía es importante, escuchamos que necesitamos más Filosofía, y no seré yo quien lo niegue. Pero a veces, desde un pesimismo sin luz, cabe preguntarse si la importancia de la Filosofía no se ha convertido en sí misma en una mera foto de Instagram a la que se le ha aplicado el filtro. Me pregunto si todo se reduce a la apariencia; si no es más que una voz vacía con las que enmascarar una nada, una carencia: postureo. Reivindicamos Filosofía, pero ¿qué hacemos?.

La filosofía es diálogo, reposo, observación, análisis y escucha mutua; es poner el foco de luz sobre nuestros presupuestos y esas contradicciones de las que hablábamos antes. El problema es que son tantas que quizá, sobrecogidos por la incomprensión, solo cabe suspender el juicio. Y así, en epoché e insertos en una vorágine de leyes, prohibiciones y noticias que rezan una letanía de gráficos, vamos encontrando poco hueco para pararnos a pensar.

El jueves 19 de noviembre es el día mundial de la Filosofía y mi deseo con respecto a ella es sencillo: nos deseo tiempo para mirar el mundo y una persona amiga para hablar de ello. Pocas son las herramientas que necesitamos para filosofar y sin embargo escasean en este planeta hiperrendido y sobreexplotado: tiempo y amistad.

Klimt, Filosofía, 1899–1907. Tablero de techo para el Gran Salón de la Universidad de Viena. Destruido por el fuego en Schloss Immendorf en 1945. Fuente: Wikipedia  


domingo, 14 de junio de 2020

Perdón

Pido perdón a los objetos, es una oración privada entre nosotros. Me responden mudos y atónitos ante mi contrición; se lo piensan dos veces mientras los cojo con la culpa en las manos. Su silencio me reconforta y me atormenta al mismo tiempo. Un rosario íntimo que expía mis pecados.

Símbolos de una narración pasada que conviven con la alegría, la tristeza y la soledad de las páginas por escribir. Los tengo presentes como memoria. Es bueno mirarse desde todos los ángulos, incluso desde los más oscuros.

Nunca pensé en la utilidad de rezar.

A veces, desde el ateísmo congénito que padezco,  echo tanto de menos a Dios…


jueves, 7 de mayo de 2020

Paisajes soñados

Hoy me pregunto si es posible que lo que nunca se ha vivido, lo que de hecho es una mera ensoñación tenga algún tipo de entidad en tanto que es o ha sido fuente de sentimientos, depósito de anhelos, esperanzas, objetivos. Si aquello que se amaba sin que existiera, al tener la capacidad de provocar un cierto estado emocional, puede decirse de algún modo que sea.

Me pregunto en fin, por el estatuto ontológico de los paisajes soñados, esos que solo existen intactos en algún lugar de la mente que se niega a abandonarlos. ¿Son? ¿Existen de alguna forma? Paisajes soñados, vividos en la intimidad de una pequeña habitación y recorridos en toda su extensión sin necesidad de piernas ni botas. Si la realidad material es tan pequeña que casi no deja espacio para el oxígeno y estos paisajes permiten respirar ¿existen? Si cargan las acciones de intención, si motivan, si tuercen o enderezan el rumbo entero de una vida, ¿son?

Al final la realidad no era así, el universo privado nunca puede ser compartido en el exterior. Los leguajes que se han aprendido a hablar a solas permanecen en silencio. Esos paisajes son el universo simbólico que dota de sentido la vida y conforma la identidad. Pero no tienen un correlato fuera. Son la madeja que anuda las experiencias y conforma un tapiz interior imposible de mostrar.

La soledad no es estar solo, es no poder llegar a mostrar lo bonitos que son esos paisajes: verdes, ocres imposibles trascendiendo las tres dimensiones. Son tan hermosos que nos llenan la mirada incluso cuando miramos hacia fuera. Son la belleza que ha germinado en ese pequeño rincón donde late el deseo.

Hoy pienso en la proeza que es lanzarse a buscar el paisaje soñado aún sabiendo que se está despierta. La realidad nos trae de vuelta al redil y tercamente nos obstinamos en mirar un poco más lo que en algún momento nos ha colmado la mirada, lo que de algún modo nos ha vinculado a la vida.


domingo, 3 de mayo de 2020

"The power of love"


Me acuerdo de esos días como si hubieran sido un sueño evanescente. Fueron días que pasaron demasiado rápido. Aún no estoy muy segura de que fueran reales, de que todo eso fuera real. Es inevitable pensar cómo hubiera sido mi vida si no me hubiera ido nunca en Enero. Mi vida allí todavía reposa en el futuro que nunca fue y que nunca será.
Me acuerdo de esos días con una mezcla extraña de incandescencia, libertad y miedo. Picando la piedra de muros que no acertaba a ver, dando martillazos a ciegas, con una sonrisa, con el sabor de todos esos besos en la boca, los reales y los soñados.
Recuerdo esos días y acuden en la misma medida el llanto y la alegría, todo a un tiempo, una compleja mezcla que no sé digerir. Y es que lo dejé aparcado, cerré la puerta de todas las tardes y noches, la cerré de golpe sin mirar atrás. Me subí al coche, salí de mi ciudad y de mi vida hacia la intemperie, sin posibilidad de retorno.
Allí quedó Madrid y mi vida entonces. Para siempre.
Recuerdo esos días libres. Nos recuerdo a todas nosotras y mi fuerza ciega, sin control. Hacía las cosas porque no sabía que eran imposibles. ¿Será esto una crisis de madurez? No lo sé, pero pienso en mi vida entonces y el caso es que estoy llorando como hacía tiempo que no lo hacía. Me echo de menos entonces. No sé que echo de menos, no sé qué he perdido. Quizá he perdido la ignorancia, la suave inconsciencia. Ahora me busco en esa libertad. Busco el camino de vuelta a casa.
Me acuerdo tanto de sus cuerpos, de mi deseo, me acuerdo del amor que me quemaba, literalmente, me abrasaba: las horas ardían como papel entre nuestras pieles, se deshacían los nudos que nos pudieran atar a lo convencional. Miro y no sé qué he perdido por el camino. ¿Qué he perdido? ¿Por qué se me ha instalado esta color en la mirada? ¿Por qué no soy capaz de vez la vida así, como la veía antes, rellenando de sueños lo que desconocía? No soy capaz de engañarme más. Echo de menos mis mentiras, echo de menos las calles, echo de menos lo imposible, echo de menos tirar muros, todos.
Por eso no soporto las lecciones de libertad. No soporto más la superficialidad, no aguanto las mentiras de los otros, porque yo ya viví las mías. Mis mentiras y mis verdades. Transgredí los límites mentales tantas veces que no quiero más lecciones de librepensamiento. Quiero algo mucho más sencillo: mi camino, el camino que los años y yo misma hemos ido llenando de maleza.
La tarde es cálida, levanto la mirada y ahora con serenidad intuyo, que incluso con maleza, es muy probable que ese camino me haya llevado hasta aquí.