Miro hacia arriba asumiendo que
el cielo no está a mi alcance y tampoco lo está el oler la humedad de la
lluvia que se avecina. Asumo que la libertad ya no me pertenece. Quizá nunca lo
hizo.
He descubierto con alegría que
hay golondrinas revoloteando como locas, con su ruido caótico y alegre. Hay un
azul muy débil devorado por nubes densas. Quizá las golondrinas me pudieran
decir si un poco más allá hay azul o no. Si llueve…
Sentada en la minúscula terraza en un
rincón chill out improvisado escucho la canción principal de Bagdad café. Me asusta la sensación de haber vivido siempre en estas cuatro paredes. Al salir el otro día
me percaté de que estaba en Zaragoza... el confinamiento unido a una vida nómada
pueden haber hecho que viva exiliada en mi propio planeta interior. ¿Hay mundo ahí afuera?
Abro la ventana para dejar que
entre el viento. Son las nueve y cuarto de la noche y me gusta oír el ruido de
la gente haciendo la cena, alguien está haciendo tortilla. Y de pronto algo respode mi pregunta: el viento, un ligero
cierzo que se está levantando, un regalo. El cierzo es de
pronto algo libre que me visita lo único libre… quién me hubiera dicho que me
iba a gustar tanto el cierzo cuando volvía del trabajo en bici. La bici…
Me tapo con la manta y pongo la
canción en bucle para intentar mantener este momento. Quiero otro soplo de
viento que me recuerde que hay exteriores, algo a lo que nadie le puede poner
rejas ni barrotes. Me asombro de nuevo ante este descubrimiento. Hay viento, se
cuela y nadie le detiene.
Cierro los ojos y recuerdo
aquella estación de servicio en algún punto que desconozco de Albacete... La
gasolinera estaba vacía, me quedé un rato ensoñando con esta canción. Una
carretera desierta en mitad de la nada, “cualquier sitio es mejor que donde has
estado” decía la cantante. Parecía que me hubieran puesto en el mismo escenario. El cielo era azul de finales de primavera y el sol
presagiaba una verticalidad despiadada sobre el horizonte infinito de la Mancha.
La ensoñación continúa: las Bardenas, el viento, los buitres, el
desierto… Me quedo hechizada en esa imagen. Suspendida por un momento deseando
que no se vaya de la retina.
Es como si mi vida se hubiera
reiniciado y ahora me tocara vivirla en un plano virtual. Afortunadamente tengo recuerdos en la piel que son sensibles a los cambios de la luz.
El viento ha cambiado la dirección de mis
letras y me ha hecho darme cuenta de lo mucho que añoro el azul
inabarcable y el olor de la higuera de mis padres.
Ojalá el viento pudiera quedarse
conmigo está noche.
¡Bravo!
ResponderEliminarGracias por escribirlo
(¡ah! me encanta el olor de las higueras)
Gracias a ti por visitar esta ventana.
EliminarQueda menos para disfrutar de ese olor.
Un abrazo grande.
Cuánto me reconozco en lo que tan bien expresas! Muchas gracias por hacerlo nuestro. Un placer leerte.
ResponderEliminar¡Muchas gracias a ti! Me reconforta saber que el sentir todos somos iguales. Alivia este confinamiento.
EliminarUn abrazo grande.