No logro recordar lo que decía el
mensaje exactamente. Algo así como: "hasta que finalice el estado de alarma
sanitaria, la actividad de la empresa queda suspendida…" Pero sé si lo mandó Juan o fue Ángel. Lo debí de borrar medio dormida, porque por más que
lo busqué en la bandeja de entrada no estaba, ni en la papelera. Ahora ya poco
importa. Un mes de inactividad no venía mal. Era lo que más deseaba. Parecía un
sueño hecho realidad.
Madre mía. Son las 6,45. Tengo el
reloj biológico a prueba de bombas. Llevo tanto tiempo confinada y aún me sigo
despertando pronto. Bajo un poco más la persiana. Lo mejor será dormir un par
de horas más porque sino el día se me va a hacer muy largo, como ayer y el día
anterior. Ya queda menos para verano.
Mi plan: vida austera, algo de
ejercicio, nada de móvil, nada de tele ni radio, mucha lectura, poner en orden
los escritos y seguir con las acuarelas. No es un castigo, ha de ser una forma
para hacer de esto la oportunidad de crecer interiormente. Tengo la compra
hecha para las dos semanas siguientes. Y con los ahorros puedo tirar otra
temporada. El despido es temporal pero nunca se sabe.
Es cuestión de aguantar algo más
esta situación. Al principio lo más complicado fue lo del móvil, de eso no cabe
duda. Pero ya avisé a todo el mundo de que me iba a desconectar. Apagué antes
de que me dieran respuesta, fue lo más sensato porque me habrían convencido de
lo contrario. Pero ya me conocen, saben que soy un poco excéntrica a veces.
Tuve la prudencia de eliminar WhatsApp, me daba miedo que se me bloqueara el
terminal cuando lo volviera a encender. Muy bien Mari, eres una tía madura,
hecha a ti misma. Muy bien.
Así pues, hoy cuando me levante
haré limpieza, un poco de yoga. Esta limpieza digital ha sido muy saludable
para mi mente. Quizá encienda el móvil, ya ha pasado un mes desde la última
vez. A seguir durmiendo. Aunque los vecinos están mucho más ruidosos que de
costumbre. Llevan así muchos días. Ya he perdido la cuenta. Menos mal que el
petardo que me llamaba al portero automático ya ha dejado de dar la matraca.
Avena con manzana para desayunar,
un par de nueces y el saludo al sol. Fabuloso, voy recuperando el ánimo. Alguna
vez tendré que hacerlo, voy a encender el móvil pero lo dejaré en silencio.
Una llamada, es Antonia:
-Tía, ¿qué te ha pasado? ¿Estás
bien? Pero en serio tía esta vez se te ha ido la pinza del todo. Creo que
tienes que ver a un médico o algo. Joder llevas un mes desaparecida. Ni me
abrías el portero ni nada. Estaba preocupada. ¿Dónde coño has estado?
- ¿Eras tú la del portero a las
ocho todos los putos días? Joder Antonia, ya te lo dije, necesitaba paz y
reposo. Alejarme de todo.
- Pero tía, esto te ha costado el
trabajo. ¿Dónde has estado todo este tiempo?
- Donde todos, supongo. ¿El
trabajo? ¿Me ha costado a mi? ¿Por qué a mí? ¿Por qué al resto no?
- ¿Dónde todos? No bonita, todos
hemos estado currando. Tía, llevas sin aparecer por el curro un mes. Un puto
mes. Tú y tus mierdas trascendentales… y tan tranquila ahí, hala, desaparecida
un mes. Mandas un mensaje que nadie entiende, que necesitas paz mientras esto
dure y vas y te desconectas y sales de los grupos, Todo súper misterioso. Sin
decir nada más. Es que no son formas. ¡¿Me oyes?!, no son formas. Estábamos todos preocupadísimos.
Tu madre me llamó llorando. Me dijo: "esta hija mía, mira que es rara". Joder, no
se hacen las cosas así.
- Qué dices, Tía, estás haciendo de
esto una montaña. A ver, todos hemos faltado a currar, no sé por qué me
despiden a mi sola, no porqué te pones así. Tía, No ha sido para tanto. He
decidido vivir esto a mi manera. ¿Habéis ido a trabajar? En serio, ahora soy yo
la que no entiende nada.
- Pero todo esto qué coño es, Mari. Tía no entiendo nada.
- Antonia, el confinamiento era de
obligado cumplimiento para todo el mundo. El 16 de marzo todos recibimos el
mismo mensaje: todos a su casa hasta el 26 de abril.
- Pero tía, en serio, necesitas
un médico. ¿De qué coño de confinamiento me hablas? Se te ha ido del todo.
Llama al psicólogo ese al que ibas, que se te ha ido la almendra.
- ¿Qué dices Antonia? ¿¡Qué
mierda me estás diciendo?!. ¿No hemos estado todos confinados durante más de un
mes por el Covid 19? ¿No nos hicieron a todos un despido temporal?
- Pero ¿qué Covi ni que Cova? ¿El
muñeco de la expo? En serio tía, esto es muy preocupante. Llama ahora mismo al
médico. Y sal de casa, que ya casi es verano.
Edward Hopper. Cape Cod Morning. |
Me identifico totalmente con esa sensación de irrealidad de tu protagonista. Igual estamos en un sueño, igual esto no nos está pasando... Un beso
ResponderEliminarEso de que la realidad supera a la ficción debe ser real, porque esto no cabía en las expectativas de nadie yo creo.
EliminarMe alivia que sea una sensación compartida.
Un abrazo muy grande y gracias por acercarte.
¡Vaya con la Mari! menos mal que siempre hay Antonias en esta vida.
ResponderEliminarYo veo como sueño que te parezca un sueño. Es proyección de un deseo, pero también de un miedo...
Totalmente, entre deseo y miedo.
EliminarPendiente de una llamada de mi Antonia, jajaja!
Un abrazo y gracias por venir a esta ventana.
Me encantan esos finales sorprendentes. Has conseguido que me enganche a tus entradas literarias. Que continúen!
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Los finales así son casi un vicio :)
EliminarUn abrazo grande y gracias por acercarte.
Si. Quizá todo haya sido un sueño, como ese viejo truco para resolver un guión imposible ya de reconducir a la cordura.
ResponderEliminarPero, ¿Y si esto es la realidad y aquella vida es un sueño? El mundo real éste en contacto con nosotros mismos, de la introspección constante, aquel otro, el de las rutinas ficticias, el del marketing, el de aparentar y hacer siempre lo que se espera de cada cuál, la representación diaria en el Gran teatro del mundo la mentira, la ficción, el sueño, Matrix...
Desde luego por el rumbo que han tomado las cosas, esto es más ficción que realidad. Hiperrealidad, como decía Baudrillard.
EliminarGracias por acercarte. Un abrazo grande.