martes, 30 de noviembre de 2021

Microhistoria docente

 Ignoramos tres cuartas partes de la vida de nuestras alumnas y alumnos, no sabemos cómo es su tarde, cuántos hermanos tienen que cuidar, si sus familias han podido pagar la factura de la luz, si hay ingresos en sus casas, si se sienten comprendidos o si saben digerir el caos cultural y lingüístico en el que viven a diario, si han tenido que ir a Cáritas o no.

Pero hoy he asistido a dos hechos sencillos que me han sujetado a la alegría: y es que, las personas que damos clase necesitamos poca o ningún agua para poder seguir caminando por el desierto. Así de adictivo es esto de la educación.

Quizá tres o cuatro chicas negras se han quitado las trenzas y se han dejado el pelo suelto. Una hermosa cabellera de rizos salvajes se expandía con libertad por encima de sus cabezas. Un gesto de afirmación o una muestra palpable de identidad, no lo sé. Pero me pregunto cuánta fuerza necesitaron para desamarrar las coletas en un planeta que les recuerda a diario las diferentes varas de medir.

Al acabar el día me he quedado hablando con grupo heterogéneo de alumnos y alumnas (heterogéneo en cuanto a raíces culturales). Hemos hablado de la Navidad, de la salud mental y de cómo la cuidamos quienes quizá menos lo necesitemos.

Educar es casi todos los días tener la sensación de subir una pesada piedra montaña arriba para luego volver a caer. Vivimos en una sociedad que educa sin querer, y lo hace cerrando los horizontes en torno al individualismo más atroz. No es un “sistema que no quiere que pensemos”, esta frase repetida como un mantra ha perdido su sentido a fuerza de usarla de forma vacua. Es una cuestión multicausal, es una cuestión de abandono, de desidia. Niños y niñas abandonados en lo esencial por los adultos y educados en lo esencial por algoritmos. No hay un sistema perverso que se frota las manos intentando evitar el librepensamiento. Ojalá lo hubiera, porque sería un enemigo claro a batir.

Más bien observamos mil motivos egoístas, un complejísimo entramado empresarial, económico y publicitario. Jornadas laborales que se alargan, derechos laborales que se recortan, familias que tienen que sobrevivir, horas y horas de pantallas sin regular. Una red de motivos a corto plazo y ningún horizonte común a largo. Las personas que trabajamos en educación observamos leyes educativas que responden a presiones ajenas a la propia educación. Y pasamos del enfado a la resignación y de la resignación a la indiferencia.

Pero volvamos a la microhistoria, al micromundo que es un instituto, porque ahí encuentran nuestros anhelos el impulso y nuestra esperanza el martillo que la destroza. Esto sucede a la vez y casi siempre a partes iguales. Vemos a diario que más personas defienden posturas a favor de totalitarismos, actitudes discriminatorias y abiertamente egoístas. Un reflejo terriblemente cruel, el que nos devuelve el espejo.

Pero más de cerca, amigos, más de cerca a veces se observa el brillo del asombro en la mirada, un pelo salvajemente rizado, un pensamiento corriendo libre por boca de una alumna o un alumno encontrando “un lugar seguro en el mundo”: un pequeño átomo de libertad abriéndose camino en sus cabezas, por encima de sus cabezas y de paso en nuestros corazones.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

FLORES SALVAJES

 

Calla Antonia, que vengo de encargar cuatro plantas de geranios, que cuando te cuente lo que me ha pasado, no te lo crees.

Sí, me vino a ver el nieto ayer, ¡más majico mi Arturico, madre…! Qué buenecico. Ahora le quiero hasta más, maña. Cómo te lo cuento. Me ha hecho feliz, así te lo digo. Es que lo pienso y me da un orgullo de abuela…

Mira, me viene a ver tarde sí y tarde no, que entrena el muchacho. Ay, chica, yo tampoco me acuerdo cómo se llama el deporte ese. Es eso de la pelota en el agua ¿Cómo se llama eso, Elvira, cariño? ¡Eso, waterpolo! Está de fuerte mi Arturico, siempre ha sido un buen crío. Estoy tan orgullosa de él…

Pues ya sabes cómo es este chico, viene a verme día sí y día no. Además, está en la Universidad este año; estudia medicina, menudas notas tuvo en el instituto. Hasta le dieron un premio y todo. Lo primero que hizo fue venir a darme un beso y a contármelo. Ay qué majo, madre. A mi a veces me da hasta pena de lo trabajador que es. Ya sé que lo sabes, pero tendré que presumir de nieto.

Mira, me vino el otro día, que salía de misa el niño, con una camisa blanca y unos pantalones azules, que ojo: guapo, guapo. Tan alto y tan moreno, igualico que su padre, y los ojos grandes como la madre.  Ya le dije: “Arturico, hijo, ya te puedes echar novia y casarte”. A ver qué me decía. Y me respondió que no quería casarse todavía, que entre la universidad, la asociación de la parroquia, el deporte y ayudar a los padres en el negocio, tenía suficiente. No para el Arturo, no.

Que sí, Antonia, que me daba pena en chico el viernes pasado: el padre tan estricto, la madre igual, hija, que a veces no sé a quién ha salido esta hija mía. Ya sabes que mi Luis era más abierto de mente. Menudo drama le montó la madre porque perdió un partido y sacó un 7 en un examen. Angelico, no tiene vida.  Que no ríe el Arturo, que no. Pues normal, si no para el pobre. Yo a su edad disfrutaba de la vida. Pues claro tonta… ¡Qué cosas tienes!

Total, que la semana pasada me vino a ver el lunes y nos fuimos a merendar al Faustino y a echarnos una partida de guiñote. A mí los lunes me dan mala gana, pero viene el Arturo, me riega los geranios, me dice que estoy guapa, me saca un rato y se me pasa. El miércoles lo mismo. Estuvimos viendo fotos y les estuvo quitando las flores secas a los geranios, que en esta época se empiezan a poner algo feos. El viernes antes de ir al grupo de la parroquia me vino a ver y me estuvo pintando las uñas, que con la artrosis ya no puedo. La Elvira lo hace fatal, hija, no vale para eso esta chica, pero limpia fenomenal y no se mete en mi vida.

Sí, Antonia, estuve toda la semana dando vueltas a este asunto. Veía que este chico no estaba disfrutando nada de la vida. Se iba a tirar sin salir el fin de semana para hacerle las facturas al padre, estudiar y entrenar ¡Como te lo cuento! Mira, le dije: “Arturo hijo, está muy bien que te labres un futuro, ayudes y me vengas a ver, pero hijo, eres un auténtico meapilas. Se te va la vida y cuando tengas mi edad, con un poco de suerte, te podrás mover en silla de ruedas y tu máxima aspiración será no mearte encima y ver el rosco del Pasapalabra.

Así que, maña, lo hice, como te lo cuento. Saqué las hierbas que nos trae la Marialuisa para las tardes de los jueves que libra la Elvira y le lie un porro al chico ¿Qué le voy a decir? Pues que era medicinal, para la artrosis. Hija, a estas alturas no le voy a decir que tú y yo llevamos juntas cerca de 35 años y que estamos en un club de fumetas de la tercera edad. El Arturico es demasiado tradicional para estas cosas. Aunque viendo como reaccionó, igual con el tiempo se lo digo.

La verdad, Antonia, para mí que esto es el principio de una gran amistad. A ver si espabila un poco el chico, que para eso estamos las abuelas, para mimar a los nietos y llevarlos por el buen camino.

 

 

martes, 16 de noviembre de 2021

Piel ajena

 

La luz se cuela por los ventanales bañando de pureza la casa. Pulcritud. Ya están ordenados los armarios con la ropa de entretiempo; todos los correos enviados y los informes hechos. Me toco el pelo, la melena lisa, suave; me encanta el tacto cuando está recién cortado, saneado.  La chaqueta ajustada.

Disfruto de la sensación de hambre que me alisa el vientre. Estoy llena de energía, fuerte, soy capaz de dominar mi voluntad con firmeza. Esa sensación me limpia por dentro. Aspiro el olor de la ropa limpia recién tendida y el desinfectante de los suelos. Todo en su sitio. Aún me quedan 45 minutos.

Los medios de comunicación hipócritas solo hablarán de la muerte injusta de ciertas personas. Poca gente se dará cuenta de que con ello habré contribuido a hacer del mundo un sitio más limpio, más ordenado y mejor. Pero la letra, con sangre entra.