sábado, 30 de marzo de 2019

Filosofía


Acercarse al fuego un paso más. Como una polilla a la luz, la pupila se acerca a la verdad incluso sabiendo que se puede llegar a quemar en ella. Venciendo el miedo a bordear el abismo, camina de puntillas mirando al infondo suelo de la existencia y disfrutando a ratos de ese paseo por las estrellas.
Casi ingrávida, descalza, con miedo y deseo de caer en la pregunta sin respuesta, parece no temer más al sinsentido, lo asume y lo abraza. Juega como lo hace una niña que ignora al mundo para crear el suyo propio. Ha llegado a la pregunta y tejerá con sus propias raíces la respuesta.
La incansable procura arrastra hacia sendas ocultas tirando de las entrañas hacia lo velado, en un camino sin retorno. Sabe que lo abisal le ha llenado el alma irremediablemente y que ya es tarde para casi todo, especialmente para pensar como sería si ese día hubiese estado sorda al aire y al fuego, ajena a la tierra, ausente al agua. Ese día no habría tenido el arrojo necesario para dar un paso más y acercarse a la luz hipnótica que le ha abrazado para siempre la mirada.

domingo, 24 de marzo de 2019

Realidad vulnerada


“La metáfora vulnera la realidad”, hace atravesar la luz por medio de las articulaciones de lo real, tornándola frágil, deshaciendo su opacidad.
La poesía como arma. Versos que vulneran miradas y las hacen cristalinas. La poesía nos rompe, nos rompe precisamente porque con ciertas máscaras, derriba las nuestras.
Pese a que a Nietzsche le pareciera que las palabras son metáforas que han perdido su valor a fuerza de uso y han llegado a suplantar aquello que representan, en realidad la poesía tiene la capacidad para asombrar, para conmover y para desarmar a quien la lee y a quien la escribe, mucho más lejos de las palabras con las que se expresa.  Parece como si de ellas, todas juntas y al amparo de su creador, se destilara algo diferente.
Leemos poesía porque necesitamos entender la vida más allá de la lógica, necesitamos quitarnos las máscaras y ser frágiles al abrigo de las creaciones ajenas. Nos exponemos a la vida. Risas que vulneran la serenidad, gestos que vulneran palabras y las hacen inútiles. Queriendo suplantar lo real nos acercamos a ello, despojados de todo artificio. Nos fragilizamos porque necesitamos sentir sin las dobleces de los juegos sociales que dicotomizan fútilmente lo que es único de por sí. 
Es sencillo deshacerse de los muros habituales arropados por las metáforas. La vida vulnerada a través de ellas nos recuerda lo frágiles que somos y nos acerca al otro, a su calor, a su dolor. Lo entendemos de forma inmediata en medio del pecho.
No es la poesía lo que perseguimos, sino desnudar la vida y acercarnos mutuamente un poco más, porque la existencia es por definición el desamparo y la metáfora el abrigo que lo sublima.

domingo, 10 de marzo de 2019

Ensoñación


Una estrecha franja en el gris helado. Un vacío espacio-temporal que pone en marcha la huida hacia ninguna parte. Evasión, punto de fuga.
“Recuerda, cuerpo” las tardes de verano. El sol y la piel expuesta a la languidez estival.
El tiempo detenido; alguien lo  ha extraviado en mitad del invierno.
Sol, calma y  piel. Las horas muertas y la respiración entrecortada marcan el compás de una cadencia hedonista.  Una mano sigue el mapa infinito del deseo.
Horas llenas, horas vacías, horas perdidas.  Lejos.  Imposible.

Verano.

Un susurro quedo detiene los segundos de golpe. El gris olvidado se ha roto definitivamente.  
Aquí, fuera del mundo, unos labios han entrado en llamas. 
Hoy es nunca, eterna tarde de verano.