lunes, 9 de septiembre de 2013

Correr por donde se fue

Prejuicios que muerden los pies o la curiosidad tirando del trineo.
Sentir el peso del destino o una liviana corriente.
Transitar los sagrados mandatos tantas veces recorridos o desbrozar a cada paso.
No hay color, nunca pensé que fuera tan distinto correr por donde se es a correr por donde se fue.
Ha sido divertido pensar que corría burlando al hado y a las moiras.
¡Dios! cuanto dan para pensar cinco miserables kilómetros.

martes, 27 de agosto de 2013

Treinta y pico y a la deriva o de la reinventación

Me decía un señor el otro día, sin darse cuenta del daño que podía hacer y desde el cariño: “me dais mucha pena hija, vais a ser una generación perdida”.
Efectivamente, no lo vamos a ser, lo somos. Somos una generación que se encuentra perdida, sin horizonte, sin saber lo que es un trabajo estable, sin saber lo que repartir clandestinamente propaganda del PCE, sin saber lo que es la postguerra, sin haber conocido un ordenador hasta los 15 y un móvil hasta los 20. No hemos rotos tabúes sexuales porque ya lo habían hecho antes, no hemos vivido la dictadura, no peligramos con la heroína, no vivimos la movida, y el botellón lo conocimos con bastante más edad de la que se conoce ahora. Nacimos en democracia, vimos la “Bola de Cristal”, “Barrio Sésamo” y el “Planeta imaginario”.
Nunca tuvimos porqué pelear, porque nacimos en un país libre, y cuando crecimos, a ninguno de nosotros le extrañaba ir a la universidad. De hecho esas frases de “ahora los hijos de los obreros también van a la universidad”, nos podían llenar de orgullo, pero no acertábamos a calcular la profundidad de su significado.
Si señores, no tuvimos que pelear, ni ocultar la chapa del del Ché Guevara. Podíamos hablar de política, podíamos ir a la universidad, podíamos aspirar a tener dinero, (era a lo que había que aspirar). No tuvimos que pelear porque a lo que se nos enseñó fue a estudiar, estudiar y estudiar. “Tú estudia para ser alguien en la vida”. “¡Glups!”, “pues si es una cuestión de ser algo o no ser nada, prefiero ser algo”, piensas, y dices “¡hala!, a estudiar”. Estudias la EGB, estudias, BUP, porque hay que ser alguien, estudias la carrera, porque hay que ser alguien. Una licenciatura. Movida por la inercia, por los sueños, por las pajas mentales o por el ansia de pelas. Tu estudias porque es lo que hay que hacer. Y además sales de marcha. Pero señores, podíamos salir, sin problemas, sin censuras, nos podíamos dar el filete por la calle con quien nos diera la gana. Podíamos beber (las mujeres digo), y podíamos decir lo que nos diera la gana.
Toda la sociedad fue caminando hacia la opulencia, hacia el tener frente a la austeridad. Al progreso entendido como montañas de cosas, tecnología como bien en si mismo, destrucción de todo vestigio pasado de tradición, leyenda o explicación que sonara a rancio. Los colores de los ochenta eran los imposibles fluorescentes, en los noventa el vinilo, líneas depuradas. Larga vida al plástico.
Fuimos avanzando todos, progres, carcas, fachas e izquierdosos hacia una sociedad glotona, ignorante, devoradora, mitómana de la tecnología, sacralizamos (todos) a nuestra bendita democracia, a nuestra bendita constitución y al bendito estado del bienestar. Y ahora, díganme señores ¿Por qué coño tendríamos nosotros, las almas cándidas de 18 años, que pelear? ¿Contra qué? ¿Contra las becas con las que estudiamos? ¿Contra la sanidad de la que disfrutábamos? ¿Contra las bibliotecas públicas donde podíamos sacar y leer “El manifiesto comunista”?. Mi primer alcalde, señores, fue Tierno Galván.
“La gente de tu generación no pelea”. No, y les voy a contar qué nos pasa por la cabeza cuando acertamos a pensar un poco.
Estudiamos para ser alguien, mamamos la opulencia y el estado del bienestar (cuando ya fracasaba en el resto de Europa) en el que nos educaron. Acabamos hasta las narices de discursos que por lógica no entendíamos (emocionalmente era imposible entenderlo), de tipo “Cuando íbamos a las manifestaciones del 1º de Mayo” o “cuando corría delante de los grises”.  ¿Y a mi qué más me da? Acabas de comprarte un coche super caro, quieres un piso en la playa como todo el mundo, y quieres que yo estudie para que gane mucha pasta y sea alguien( de lo cual se deduce que el que no la tiene no es nadie). Bien señores, prediquen con el ejemplo, ¿De qué pelea hablamos? ¿Qué coherencia hay en sus vidas? ¿Ir a una manifestación legal cubre el expediente de llevar una vida de excesos?. Y Ahora, díganme. Si quitamos ciertos ritos progres, como los antes mencionados, ¿Qué nos queda?. Efectivamente, un capitalismo fagotizador, que, como un potente opiáceo hemos inhalado desde el momento de nacer, en 1979.
En primer lugar, como decía Luckács, hace falta una conciencia de clase. Es imprescindible tomar conciencia. Pero no, sepamos algo, conciencia y seguir en este sistema son cosas contradictorias.
En segundo lugar, estamos mal. La gente de mi generación está mal. Nos sentimos estafados. Lo hicimos todo bien, sacamos buenas notas y no somos nadie. Un puto parado en tierra de nadie que ve como se le echa el tiempo encima. Una mujer a la que le enseñaron que ser ama de casa estaba pasado de moda y ahora se ve recluída en el hogar. Nadie nos preparó para ello, a diferencia de nuestras abuelas o madres, nosotras teníamos reservado un futuro diferente.
No somos la generación más joven, no somos la de mediana edad (40, ¿no?). No fuimos niños digitales ni niños de posguerra. No hemos conocido (la mayoría de nosotros) lo que es tener la tranquilad de echar raíces, el futuro asegurado. Y me diran que ahora no lo tiene nadie. Ya, ya, pero nosotros o al menos muchos, no hemos saboreado nunca esa sensación. Y lo peor es que no tenemos esperanza de poder hacerlo, ni de cobrar pensiones, etc.
Así qué, como un gato panza arriba, pateamos, bufamos, sacamos la uñas, e intentamos sobrevivir al desencanto, a la desesperanza, a la tremendísima hostia que nos hemos dado. Y nos buscamos la vida.
Puerta cerrada, y ahora, ¿Qué?. Buscamos una salida, buscamos la esperanza, la dejamos olvidada en algún rincón. Buscamos nuestro sitio.
No mira, no, no me reinvento, sobrevivo. Nunca me inventé, para mi estaba todo dicho, carrera, matrimonio, hijos, casa en la playa y monovolumen,  y ahora resulta que no era así. Camino cerrado, busco un atajo. Pero no hago borrón y cuenta nueva, como dice mi amigo Jose, “siempre cargas con tu pasado”. No me reinvento, me busco las habichuelas.
Y benditos sean los cielos, porque no todo el mundo puede pararse y saber si caminaba en la dirección correcta.

Eso si, al próximo que me diga que me dedique a la agricultura ecológica le parto la cara.

jueves, 8 de agosto de 2013

De la mediocridad y otras enfermedades comunes

La Real Academia de la Lengua Española define lo mediocre como algo"de calidad media" o bien "de poco mérito tirando a malo".
Tirando a malo...
La mediocridad, por paradójico que parezca, se me antoja una peculiaridad del ser humano. Algo que no por común, deja de ser excepcional. Aunque para ser sincera, es más bien la manera de abordar la propia mediocridad lo que me parece fascinante.
Tal y como entiendo aquí la mediocridad, es en su segunda acepción: la propiedad de ser de calidad baja tirando a malo. Común, vulgar, sin brillo, sin genialidad, de una inteligencia y habilidad limitada, del montón, sin nada por lo que destacar especialmente, anodino, amorfo, aburrido, insignificante, que pasa desapercibido, que aporta poco o nada nuevo.
Decía que me parece fascinante la forma en que la abordamos, porque realmente, la negación de nuestra propia mediocridad nos espolea, impulsándonos a salir de ella, al tiempo que dejamos patente de esa manera, lo mediocres que somos.
Esbozaré algún estereotipo de mediocre, de modo que se entienda esto que digo.
- El mediocre intelectual.
Busca ideas geniales que ya pensaron otros para hacerlas suyas y sorprender en tertulias. Tertulias y diálogos que busca para dejar claro que no pertenece a esa ralea de gente mediocre que no habla de grandes temas. Diálogos que monologa para que no se le vea que son ideas copiadas, que difícilmente es capaz de defender con la fuerza de sus propios argumentos.
Busca libros sobre pensadores, sobre "la breve historia del mundo para dummies", "el manual del existencialista", "recopilación de grandes clásicos de la música", "como ser rarito y que se te note", "desprecia a tu vecino el de Lady Gaga con Pink floyd en 15 días", "chistes y bromas de los Monty Phyton para que no te pillen en un renuncio".
Y es que anda a la zaga de los no mediocres y como periodista ávido/a de exclusivas, lleva el bloc de notas mental para apuntarlas todas. Porque aunque no es genial, huele la genialidad a leguas, sabe arrimarse a buen árbol.
Podría engañar a cualquier polígrafo, porque está tan acostumbrado/a a creer que ciertas ideas las piensa por sí mismo, que se ha llegado a convencer de que es listísimo/a.
El problema es leerse el "Ulises" de Joyce o "Rayuela"... Pero bueno, se lía la boina negra a la cabeza y para delante...
- Mediocre modernilla/o (Hipster)
Es una versión Apple de todo lo anterior con barba (en caso de tener suficiente testoterona), gafas de pasta y pañuelo al cuello hasta en verano en Sevilla.
- La/ el mediocre "puedo pagar la excepcionalidad"
En general es una persona que piensa que la mediocridad es un mal que se cura con dinero. Este tipo de mediocre tiene muchas variantes, desde gente que se esfuerza en leer revistas de moda y tiene la habilidad de copiar las recomendaciones, hasta los archifamosos dientes de oro, cenas en restaurantes de comida molecular, partidos de golf, viajes de fin de semana en Japón con compañías de bajo coste para luego fardar, etc.
La característica fundamental de este tipo de mediocre es que intenta imitar en la medida de sus capacidades, el estilo de vida de las personas que tienen más dinero que ellos, o consideran de una cualidad humana superior.
- El/la mediocre carne de gimnasio
Son literalmente carnes de gimnasio, depilados/as, hidratados/as, tonificados/as, y con alimentación a base de pienso compuesto en forma de batidos. Algunas de estas personas encuentran la razón de su existencia en cultivar el cuerpo (y a veces la mente) como el que siembra tomates. Objetivo: "lograr el cuerpo que me han dicho que es perfecto". Las excusas son varias, pero en cierto grado de obsesión por el musculito, las operaciones de tetas y el colágeno, late (en parte) una necesidad de no ser uno más, la necesidad de que alguien se gire y nos mire por la calle.
Este último punto no es suficientemente explicativo de ciertas actitudes con respecto al cuerpo, pero eso lo dejo para otro artículo.
Uno tras otros vamos cayendo en los tópicos (en todos los tópicos), porque necesitamos ser especiales, necesitamos un poco de atención, afirmar una identidad que nos ha protegido durante mucho tiempo. Porque sin saber muy bien porqué, la mediocridad tal como la entendemos, es un cíclope del que hay que huir. Cada uno se escapa por el camino opuesto al que considera que sería el marcado para su mediocre vida.
Pues bien, desde aquí reivindico la mediocridad, el término medio, la sencillez, lo insignificante. La simpleza que caracteriza a muchas personas y las hace realmente especiales, como diría Heidegger, "auténticas". Gente que no pelea contra lo que considera mediocre porque simplemente es como es. Personas que disfrutan con una chancletas viejas, comiendo pipas, leyendo un comic, viendo una peli romántica, sacándose las pelotillas de los pies, que se aburren leyendo el "Ulises" de Joyce y no entendieron "2001".
Reivindico la mediocridad, la presencia, la sensualidad, la sencillez, el placer. Porque a fin de cuentas, "nada de lo humano me es ajeno"

martes, 9 de julio de 2013

Sugerencia dialéctico-sexual para una conversación de terraza de verano

Cuando salgo a andar, pero especialmente cuando salgo a correr, entre miles de recetas de cocina, me asaltan pensamientos. El otro día me asaltó uno con especial virulencia.
Hipótesis: la excitación sexual se aprende.
Hace tiempo leía un libro, "la herejía lesbiana" de Sheila Jeffreys. Una de las tesis que mantenía (y que a mi me parecía demasiado vikinga) era que el deseo sexual, lo que nos pone, en realidad se aprende. El modelo imperante es de clara dominación masculina a nivel global, por tanto, nuestras conductas sexuales, nuestro deseo sexual, viene mediatizado por el patriarcado.
Como decía, a mi me parecía una postura exagerada, desmedida y sacada de contexto. Pero realmente, con el paso del tiempo y a la luz de lo que observo, me ha llegado a parecer una más que razonable explicación a ciertos comportamientos que me parecen incomprensibles.
Me parecía desmedida porque el deseo sexual siempre se explica desde el individuo. Lo que a uno le excita, no necesariamente le excita a otro, lo concebía como algo tan privado, que cualquier categoría de lo público se me antojaba una intromisión ilegal, distintas categorías.
Pero esa es la gran trampa, ahí está. Vuelta a la esfera pública y a la esfera privada, vuelta a defender comportamientos tremendamente discriminatorios por considerarlo asuntos privados. No, lo privado es política.
Se  nos enseña de muy diversos modos a excitarnos ante distintas imágenes, de hecho, creo firmemente que es parte de nuestra educación de género. La dulzura, la sumisión, la provocación, resistirse, caer rendida... Una chica heterosexual sin experiencia sexual sabe qué tiene que hacer, sabe interpretar el papel.
Estoy hablando generalidades sin dar demasiadas argumentaciones, pero creo que remitir a la realidad que nos rodea, me exime un poco de ello. No del todo, lo sé.
¿Por qué mujeres adultas, inteligentes, con la cabeza bien amueblada leen novela cutre erótico-romántica y les pone? ¿Por qué mujeres adultas, inteligentes, siguen cayendo derretidas por instantes ante el típico chulito de playa agresivo? ¿Por qué mujeres adultas e inteligentes siguen albergando un dominador que las cuide dentro de sus más oscuras fantasías sexuales?
Por lo mismo que ponemos la voz más aguda ante un hombre que ante una mujer (en este punto sólo hablo de heterosexualidad), por lo mismo que en algún momento de la película se nos ha pasado por la cabeza tener más tetas o menos culo, por lo mismo que en un punto de nuestra vida no hemos sabido muy bien si éramos madres o esposas. Por una educación perversa, profundamente podrida, donde la primera conquista sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, se ha efectuado en nuestras mentes.
El otro día, ante mi estupefacción, vi que el día de la manifestación folclórica del orgullo gay, por la noche pusieron en la televisión pública, un documental sobre el componente biológico de la atracción sexual. Me quedé dormida casi cuando estaba acabando, pero he de señalar que:
1. Sólo se contempló el atractivo sexual desde la explicación biologicista más rancia.
2. En ella evidentemente (y hasta donde yo vi) la homosexualidad y bisexualidad no tenían ningún tipo de explicación (y mucho me temo que por tanto tampoco legitimación), en tanto que el atractivo iba en función de las señales que nuestro cuerpo mandaba para indicar que estábamos muy fértiles en ese momento.
3. De fondo, latía la argumentación clásica de nos enamoramos y emparejamos como comportamiento adaptativo que permite la superviviencia de la especie, ya que es una manera de procrear para perpetuarnos. El atractivo sexual es por tanto una respuesta biológica para asegurar la continuidad en el tiempo de nuestra especie.
Bien, no voy a negar nada, pese que desde el punto de vista de los estudios epidemiológicos, y la metodología científica, ese documental tendría que dar muchas explicaciones. No voy a negar que no tengamos hormonas, ni que se nos hinchen los labios o los senos cuando estamos excitadas, no niego que haya reacciones biológicas, eso sería absurdo. Lo que sí niego es que una descripción de los procesos biológicos de la excitación o del atractivo sexual, sean una explicación de las causas. Me niego a admitir (por insuficiente) la explicación biologicista del atractivo sexual, como la única. Porque de hecho (y no soy relativista) distintas culturas consideran erótico o atractivo distintas actitudes o rasgos.
La explicación naturalista es tan peligrosa y encierra tanta perversión y puede llegar a legitimar tal cantidad de barbaridades, que sería muy bueno estar alerta.
Reflexiones finales:
- Que burdo y a la vez qué sutil, poner ese documental tan aparentemente inocuo el día del orgullo gay.
- No me puedo creer que aquellas personas que argumentan bajo el credo "es que si no la especie humana se extinguirían", no sean capaces de dar un pasito mental más allá, o simplemente consultar los datos acerca de la superpoblación, o mirar en cuanto su día a día desmonta ese argumento.
- Dominación y sumisión, público y privado son categorías con una fuerza explicativa tal, que se me hace impensable la comprensión del mundo sin ellas. Pero lo más importante, la liberación de la mujer pasa necesariamente por la absoluta liberación de nuestra mente y de nuestros cuerpos, de nuestro sexo, del deseo.

domingo, 23 de junio de 2013

Del miedo y el sentido telúrico ancestral

Miedo: huída, dientes o parálisis. Hacerse el muerto o seguir hacia delante, atacar, ir de frente. ¿De qué depende la reacción? ¿Es aprendida?.
Instintos dormidos que se despiertan por una décima de segundo haciendo que el cuerpo reaccione solo. Todos los sentidos alerta, los músculos en tensión, más torrente sanguíneo, el corazón late fuerte. Imperceptiblemente nuestra espina dorsal también se eriza. Correr, huir si el enemigo es más fuerte y tenemos escapatoria. Atacar si consideramos que el enemigo es más débil. Quedarse inmóvil y fingir morir si no podemos usar las opciones anteriores.
Simplemente reaccionamos. El dolor y el placer activan la misma parte de nuestro cerebro. Pura acción. Una parte ancestral que ha sobrevivido a siglos de adaptación y quizá es la más adaptativa de todas. Cerebro de reptil. Ahí está la clara prueba de que somos uno más, no uno por encima.
Curiosamente veo a diario como, pese a todas las alarmas, pese a esa imperiosa necesidad de huída, muchas veces perseveramos en permanecer impasibles ante la voz que nos reclama la fuga. Amortiguamos con mil razonamientos lógicos, lo que sin palabras nos dice ese sentido telúrico ancestral.
Lomo erizado, orejas alertas. Pero tenemos razones como losas, que nos anclan al suelo. Que nos lapidan.
Entonces la agresión invisible empieza. Sangre transparente manando a chorro por venas que ya no vemos. Hemos decidido quedarnos aún sabiendo que va a doler. Esa es la palabra, decisión. Argumentos parole, parole, parole.
Mientras, nuestro tótem amordazado, pugna por salir. Se remueve dentro, lo notamos, pero le cantamos para espantar el mal. Parole.
Ante la inminente caída al abismo, el animal totémico se libera. Es esa luz resiliente, que persiste en nuestra vida. Entonces corremos, corremos como alma que lleva el diablo, eso si, dejando un rastro de sangre de la que nos ocuparemos cuando estemos en un lugar a salvo.

Ya no hay palabras sino estupefacción. Una pregunta constante ¿por qué?.

sábado, 22 de junio de 2013

Derecho a la ira

Una terrible forma perversa de dominación es prohibir el derecho a la ira. Extirpar el grito ahogado de la garganta, abortar la voz y atar las manos a la espalda.
Y digo perversa pero digo mal, no es en el sentido literal perversa como algo invertido, algo que va por otro camino distinto al que se considera normal. Es perversa entendido como malo, cruel y retorcido. Digo mal, pero digo bien, porque pese a ser cruel y retorcido, es el camino habitual, no es un camino pervertido, es el más transitado.
A las mujeres se nos impide en un cierto sentido el derecho a enfadarnos. Me explicaré lo mejor que sea capaz. Mi tesis es la siguiente, hay en un espectro de cosas, en las que las mujeres, socialmente no somos educadas para mostrar ira. Y cuando digo ira digo ponerse hecha una hidra. Decir tacos, frenar, poner límites, decir basta, mandar a alguien a tomar por culo.
Que te pisan el fregado, si; que te ensucian el lavabo, si; que te ponen los cuernos, si; que pillas a tu pareja o a un amigo/a en una mentira, también. Hay un campo amplio que transcurre en lo que se considera nuestro ámbito (de acción) y lo que se espera de nuestro rol de género, a saber: ser ordenadas, buenas, educadas, eficientes, respetuosas, comprensivas, empáticas, sensibles, pacientes (muy pacientes), alegres, intuitivas, limpias. En fin los transcendentales de los que hablaban los medievales: ens, unum, verum, bonum, pulchrum.
Bien, cualquier cosa explicable desde esas categorías, justificaría un enfado.  Esto es, si nosotras actuamos como las mujeres que se supone que debemos ser, y en nuestro hacer cotidiano algo ataca nuestras labores o afecta a ese modo de ser, el enfado (temporal y transitorio), estaría justificado.
Además el enfado es preferible que curse con morritos de niña pequeña o como la fierecilla domada o como esa asquerosa película de John Wayne ("Un hombre tranquilo"), donde, una mujer por establecer límites, es arrastrada del pelo por prados, hasta ser obligada a casarse. Es decir, es imprescindible que dejemos entrever que es posible nuestra doma.
Ahora bien, si el enfado cursa con acciones asertivas que establezcan claramente los límites que no vamos a tolerar, entonces podemos tener dos problemas, nuestro enfado, y el enfado de la persona que legítimamente se cree con derecho a ahogar nuestra voz.
Qué enfados no están permitidos... Bien, podría hacer una lista muy larga y muy discutible, pero como esto es una opinión y un blog seré breve. No se admiten enfados iracundos que intenten establecer libertad en la toma de decisiones, que atenten contra la imagen de seres angelicales que debemos ser, que digan que cualquiera de nuestros seres queridos o muy cercanos o seres que consideramos débiles y necesitados, nos tienen hasta los mismísimos cojones (dudaba de poner esta palabra, pero es mi blog y pongo lo que me da la gana). Es decir cualquier enfado que se revele contra la tiranía polimórfica y perversa a la que estamos sometidas las mujeres.
Y si señores si, pueden ustedes pensar que eso del perverso polimorfo es muy freudiano, y que la tiranía patriarcal está tan pasada de moda como la expresión proletario y obrero para describir a los pringaos de los curritos. Pues si, efectivamente, está psado de moda, igual que el tergal, y al igual que el tergal, lo seguimos teniendo, apolillado en nuestro asqueroso fondo de armario.
¿Es que jamás nos vamos a plantear por qué narices somos las mujeres las que más sufrimos enfermedades autoinmunes, depresiones, hipotiroidismo, ansiedad?
¿Es que no vamos a llamarle nunca a las cosas por su nombre? Joder, coño, tristeza, sumisión, dominio, olvido.
No se puede decir: "estoy harta de que mis hijos me tengan esclavizada", "no me da la gana obedecer", "mi madre enferma me va a acabar matando", "ojalá enviudara antes que él", "te odio", "estoy harta", "os vais a ir todos a la mierda y que os atienda el espíritu santo". Decir y actuar en consonancia, "déjame en paz".
No, podemos enfadarnos y patalear un rato, y a los cinco minutos olvidarlo todo y ser ese ser amoroso y benévolo caracterizado por la "Primavera" de Boticelli. Una madre fecunda, nutricia, amorosa, desprendida, dadora de vida y de amor.
El amor a los demás tiene un límite, el nuestro propio no debería tenerlo.
Basta ya del miedo, basta ya del "te pones muy fea cuando te enfadas", basta ya de ahogar el grito, de posar la rabia, de bajar las defensas.
Somos tan guapas cuando nos enfadamos que nos convertimos en animales sobrehumanos. Doblamos las fuerzas, despegamos del suelo somos rojas de sangre, negras de bilis. Somos tan guapas cuando enseñamos los dientes, cuando bufamos, cuando se nos eriza el lomo y sacamos las uñas. Somos seres preciosos, acrecentadas por la ira, . Inteligentes, poderosas, brujas, mujeres, con legítimo derecho a la ira y con derecho a morder.

viernes, 21 de junio de 2013

Los pajaritos cantan

En un pueblo de Guadalajara, cuyo nombre es demasiado vulgar para decir en este estupendo cuento, una chica de cabello negro y piel blanca como la nieve, hacía catarsis con su diario a falta de un psicólogo.
“Querido diario, otro día más. Yo pensé que esto podía ser divertido, y la verdad, al principio me lo pasaba bastante bien. Claro, que por comparación, cualquier cosa era mejor que aguantar a aquella narcisista en plena menopausia. Francamente, ahora me lo comienzo a plantear, pero bueno, vivo tan feliz en el bosque, hermanada con la naturaleza, hablo con los pájaros y en sintonía con la energía del universo... No es de buena educación criticar a quien te ayuda”.
Pero sucedió que los días pasaban y nuestra jovencita seguía escribiendo:
“Querido diario, los enanos me están comenzando a cansar demasiado. ¿Para esto me voy yo de casa? No te haces una idea de lo que es pasarse el día lavando calcetines tamaño minúsculo y calzoncillos negros, ¡dios sabe de qué! El caso es que la ratita presumida me ha dicho que de toda la vida esto es lo que se ha hecho y que todas las mujeres del mundo están bastante orgullosas de servirles a sus maridos, ¡pero es que yo tengo siete!! Me estoy comenzando a cansar demasiado de que encima me intenten tocar el culo cada vez que paso por su lado, con eso que están a la altura. En fin, mañana será otro día”.
Poco a poco la ira se iba abriendo camino en nuestra dulce doncella.
“Cinco de la mañana, levántate y prepara desayuno para siete, ten la ropa limpia para siete, haz siete micro camas, vete a comprar, quita toda las cagadas de los putos pajaritos, haz la comida, y encima pretenden que con el sueño que tengo a esas horas de la mañana sonría porque estoy feliz como una lombriz.
Mi único aliciente es chatear un rato con Wonderwoman. Ella si que hace lo que le da la gana, y no tiene que servir de ama de casa a nadie a cambio de alojamiento y manutención.
Me estoy comenzando a cuestionar, que esto sea una forma de prostitución, vendo mis servicios a cambio de comida. Querido diario, yo se que no es de ser una buena chica tener todos estos pensamientos, pero es que veo que mi vida no tiene futuro. Preferiría estar con la madrastra, que a fin de cuentas con un lexatín se quedaba tan relajada. Estos jodidos enanos cabezones ni dan las gracias. Les parece que mi sitio natural es soportar sus tonterías y la gilipollez de canción que cantan. Digo yo, con la jornada intensiva en la mina les da tiempo de sobra para hacer la casa por la tarde”.
El amor se abría camino...
“Querido diario, si no fuera por Wonderwoman, mi día a día sería insoportable. Aún no nos hemos visto, pero yo he visto fotos suyas en Internet. Es espectacular. Además, todo el día volando, con ese sentido de la justicia social, tan luchadora. No lo quiero pensar, pero tengo la sensación de que siento por ella algo más que amistad. Hace tiempo que le estoy dando vueltas. Quizá la semana que viene quedemos. A los enanos no les pienso decir nada, aprovecharé cuando se vayan a jugar al tute al bar del pueblo.
Este pueblo cada día me gusta menos. Dios, que asco de vida!! Wonderwoman, wonderwoman, wonderwoman...”
El chollo de los enanitos iba a pique...
“Querido diario, acabo de estar con Wonderwoman, es increíble. La he preguntado por su trabajo, por su vida, por lo que le gusta. Tiene una sonrisa preciosa. Dice que superman entiende como una perra, que ha tenido varios líos con Spiderman. Pero que ahora está un poco bala perdida, se tira las noches en un bar para osos, que son unos señores gordos con barba.
Le he preguntado si se cambia de ropa. La verdad, es que tanto tiempo dedicándome a lavar ropa a mano porque a estos no les da la gana comprar una lavadora, que mis únicos temas de conversación se reducen a la ropa y las comidas. Se ha reído. Me ha dicho que como es una mujer práctica se compra la misma ropa. Además tiene una imagen que conservar”.
Al día siguiente...
“Hoy me he hecho el desayuno para mi solita, no he hecho las camas y me he tirado todo el día chateando con Wonderwoman. Ha venido la madrastra a visitarme. Que me echaba de menos, que volviera, que estaba sola. Es lo que tienen los maníacos depresivos bipolares, tan pronto están mal como te vienen a regalar manzanas. Hemos hecho las paces. La he contado lo de Wonderwoman. Dios mío, el mundo es un pañuelo, ella estuvo liada con la madrastra de cenicienta”.
Llegó el gran día:
“Querido diario, me fugo con Wonderwoman. Me ha dicho que le parezco una chica muy dulce, y que le gusto. Que además se me ve decidida. No vamos mañana. Dios mío, ya no me da miedo reconocer que me gusta. Es tan fuerte y atractiva...
Pasaron varios meses y nuestra dulce muchachita escribía...
“Querido diario, ¿pueden las mujeres ser machistas? Me tiro el día en casa lavando el mismo traje a wonderwoman, preparándole el desayuno y ordenando lo que ella desordena. Dice que con sus sueldo nos da para vivir. Que prefiere que no salga, que hay mucha loba suelta y que yo soy demasiado dulce. ¿qué me pretende llamar? ¿ingenua?. La verdad es que la quiero mucho, pero mi situación no ha cambiado demasiado. Friego, barro, compro, intento agradar. Bueno, Nueva York tinen más alicientes, pero creo que estoy errando el camino. ¿qué puedo hacer?
Mucho a mi pesar hoy mismo lo dejo, que se lave ella solita la ropa.
A fin de cuentas quizá pueda empezar a sacarle partido a mis conocimientos de ornitología”.

martes, 28 de mayo de 2013

Quietud




Quietud
            Conexión
                         Calma

Vacío


                                            Silencio
Silencio. Un vacío acontece en el cuerpo.
Extraña expansión matinal. Todo se relaja. Nace una calma profunda, abisal, en el centro mismo del vientre, bajo el ombligo.
Y la luz posada como un pequeño animal dormido, irradia una cálida calma a cada nervio, por cada rincón del cuerpo.
La respiración se hace más profunda y se acompasa. El aire llega más profundo a los pulmones.
Una corriente fluye suave a los brazos. De nuevo retorna hacia arriba.
No hay necesidad, no hay prisa, no hay miedo, no hay angustia, no hay deseo.
Calma. Quietud absoluta.
Y la luz traspasa el cuerpo como si fueran del mismo material.
Calma.
Serenidad efímera y atemporal.
Átomos silencio terapéutico
Posados en la percepción del mundo
Leve pérdida de noción del yo.
Ahora nos.
Silencio
Calma


domingo, 26 de mayo de 2013

Stand by me

Podía oír los primeros acordes desde la habitación con la puerta cerrada o dede la cocina. Entonces, salía corriendo y me pegaba a la tele porque en casa nunca se callaban. Me quedaba hipnotizada viendo ese anuncio, las puestas de sol, los niños andando por la vía del tren, todos sentados por la noche alrededor de una hoguera.
Eran tantos los libros de "Los cinco" que me había leído, que a esas alturas estaba convencida de que en otras partes del planeta la gente vivía aún en los años cincuenta. Viajar supondría conocer directamente a Buddy Holly o las faldas de vuelo.
Cada vez que veía ese trailer me quedaba extasiada con la canción, las imágenes. Ya sabía de antemano que la canción no acababa, pero ese último "Darling, darling stay...", me sobrecogía.
Hubiera dado cualquier cosa sobre la faz de la tierra por ir al cine a verla. Pero eso fue tanto como pedir un dinosaurio de verdad para Reyes. Afortunadamente, en esa época de mi vida no sabía que las películas no duraban eternamente en cartelera, así que no perdía la esperanza.
Quise crecer para ir al cine yo sola. Pero para cuando lo hice, la ilusión casi había desaparecido.
Pasó el tiempo, Agustín, el padre de mi amiga, se compró lo "Mejor de Soul", y me grabé la canción y la escuché hasta sacar la letra, saber cada acorde y en que punto respiraba el cantante.
Nunca nunca me he cansado de oírla desde entonces.
Siguió pasando el tiempo, tuve edad para ir a "Madrid Rock", iba con frecuencia a mirar los discos, ponerme los auriculares y oír música. De vez en cuando tenía dinero y me compraba algún cd. Un día de esos encontré la banda sonora de la película. Preciosa, pero la magia se había diluido...
Un buen día, en una macro tienda de pelis, la encontré. No daba crédito. Ya había dado el tema por olvidado. Dudé, había sido tanta la ilusión, que me daba miedo romper el hechizo.
Y la compré.
La vi una sola vez. Me gustó mucho, mucho, pero mi imaginación había rodado enterita y durante años otra película totalmente diferente.
Ahora, por un ataque de nostalgia (frecuente) me he dado cuenta de que el trailer podría estar en internet. Y lo está.
Lo he vuelto a ver. Por segundos saltaba en mi una luz que nunca se apaga.
Ha sido tan bonito, que si cierro los ojos puedo ver de cerca otra vez el anuncio en la tele.

viernes, 24 de mayo de 2013

EN OTRO PLANETA

Me imagino en otra realidad paralela a mi misma, bajando por la Avenida de la Albufera, de vuelta de la biblioteca, sandalias, una falda larga y un bolso enorme. Carpetas en la mano.
Me imagino soñando. Cansada.
Haciendo eterno el paseo y perdida en la luz agotada del sol.
Detrás de las orejas la sensación liviana y aérea de lo que estar por acontecer. Hambre de futuro.
Lejos, en otro planeta, la primavera se expande luminosa y preludia verano. Lejos en otro planeta me sueño en mi ahora. El abismo de los años venideros se extienden ante mis ojos como una oscuridad pertinaz. Me aferro a una imagen borrosa.
Lejos en otro planeta ya hace calor.
En una galaxia muy muy lejana aún no sé bucear.

jueves, 23 de mayo de 2013

DRAGÓN DE NIEBLA, MAR DE NIEBLA

Mi amiga keiko lo llama dragón de niebla, la imagen me pareció tan bonita y oriental como ella. Un inmenso dragón de niebla serpeando por los valles, extendiendo su enorme cuerpo etéreo por los pueblos, los bosques. Amenazando con cubrir el sol en las cimas. Un dragón que va venciendo la luz de sol, que poco a poco e implacablemente, se abre paso en su cuerpo mágico. Esperanza retornada, la espada solar vence.
Yo veo mares de niebla, atmósferas amnióticas que nos guardan el la oscuridad del vientre materno del valle. Luces lejanas e inciertas se asoman por encima de nuestras cabezas y tiñen de magia los espacios invisibles. Donde el ojo no ve, la imaginación crea. Y así, el sitio que es se convierte en el que podría ser.
Jirones prendidos de las ramas. El sol nos abre al mundo.
Nacemos del valle cada día.

sábado, 18 de mayo de 2013

UNA CUESTIÓN DE ORGULLO

A estas alturas de la película uno piensa que la diferencia entre el mundo rural y urbano ya casi ni existe. Mentira.
Podemos pensar que ya no hay prejuicios, que todos somos iguales y, que es un poco casposo, siquiera plantear la cuestión. Mentira.
No es lo mismo vivir en un pueblo que vivir en una ciudad, tremenda obviedad. Claro, el entorno no es el mismo, pero a lo que me refiero va un poco más allá. Tendría que reflexionar de un modo algo más sistemático acerca de ello y la verdad es que no me apetece. Pero así, a modo de boceto, me voy a aventurar a expresar ciertas sensaciones propias y ciertas impresiones de lo ajeno.
Tú eres una chica de ciudad, te consideras normal. Barrio obrero, familia de clase media baja, orgullo proletario. Niña de los ochenta y adolescente de los noventa, sexualmente has dado doscientos pasos por delante de la actitud rancia de tus padres. Culturalmente eres inquieta porque te criaste con el: “hija, tú que puedes, sé más lista que tus padres. Estudia”. Cuestión de orgullo proletario.
Te mueves en metro y en bus; vas a solucionar papeles al ministerio de no-sé-qué y confías en que ir a la universidad te lleve sólo una hora en metro; vas a ver libros a sitios donde están todos; si tuvieras dinero podrías ver todos los conciertos del mundo y comer en restaurantes de todas las nacionalidades, y si te aburres y no tienes pasta, pues al Reina Sofía el día que es gratis. Y todo esto sin ni siquiera plantearte que la vida no sea así en el resto del planeta. “Mi realidad se hace extensible a todo el país”. Pero todo esto, siempre por delante el orgullo proletario.
Bien, como has sido criada en una familia rural, desentonas. Tienes un acento raro. Y al orgullo proletario le añades el orgullo de pueblo pese a que no tienes ni idea de cómo será la vida de un pueblo en invierno. Y además en el pueblo se ríen de ti por ser de Madrid, se huele.
Vas conformando una identidad algo ecléctica, como la de la inmensa mayoría de la gente de Madrid. Nadie es de allí (en las casas de cada uno hay platos regionales que se hacen todos los días, comidas de pueblo) pero has nacido en Madrid, eres madrileño. No eres capaz de considerar que seas más guay que el resto de gente, porque tú eres de barrio obrero. En tu calle vienen a barrer cada quince días, hay un coche patrulla para todo Vallecas y la gente hace bromas acerca de la seguridad en tu zona. Claro no eres del barrio Salamanca. Pero tú con orgullo.
Siguiente paso, llegas a Galicia. Y de pronto eres la madrileña. El batiburrillo ecléctico de tu identidad se soluciona de un plumazo. Ahora sabes que eres madrileña. Entonces empiezas a ver comportamientos extraños y no, no son por parte del nacionalismo, que a rasgos generales se comportan de un modo bastante normal. “Hola, adiós, tes que conocer a Ribeira Sacra e probar o licor café. ¿Sabes o que significa enxebre?, Vente comelo pulpo”.
Es por parte de gente a la que de golpe le caes bien por ser de Madrid, ¡Toma ya!.  De entrada eres guay (jamás lo has sido), súper moderna (jamás lo has sido), sabes un montón de cosas europeas (jamás has salido de tu barrio) y estás como a la última (de hecho eres bastante hortera).
Luego claro, oyes críticas hacia la gente de Madrid, hablando de una realidad que no es la que tú conoces. Pero eso merece ser contado en otra ocasión.
Momento de… desconcierto. “¿Pero quién soy?, ¿qué somos?, ¿Tan arrogantes somos en Vallecas?”. ¿Y el orgullo proletario? ¿Y el orgullo de pueblo?.
Pasa el tiempo. Ahora llevas suficiente viviendo en un pueblo de Galicia como para decirte para tus adentros que eres una mujer de pueblo. Y digo para tus adentros porque he descubierto que de puertas para fuera cada uno ve a los demás proyectando su propia identidad sobre el otro, así que ya paso.
Persona de pueblo. Te pasas el día en vaqueros viejos y remendados. Jersey de estar por casa, zapatillas de goma para fuera (ojo, y digo fuera y no la calle) porque llueve. Y si no vas a la Vila o a la ciudad, te tiras con esa ropa una semana y tan agusto. Tienes barro en las botas y en los pantalones; tierra en las manos, trocitos de leña en el jersey, las uñas rotas. Una coleta de caballo y nada de maquillaje. La ropa de diario en Madrid pasa a ser la ropa de los domingos en un pueblo, así que casi ni la gastas. No compras ropa cada temporada porque está bastante bien, así que vas pasada de moda, pero total, para un rato te da lo mismo.
Además hueles a leña, si has sido tan incauta de tender la ropa cuando abonan, puedes oler a mierda de vaca (cosa que tiene a punta de pala las ruedas del coche). Como tendemos fuera, el olor del suavizante queda bastante diluido y la ropa limpia no huele a nada. Las cosas huelen a cosas.
Pero llega el gran día, vas a Madrid cargada de chorizos de la matanza y alguien te dice sin mala fe: “hueles a pueblo”. Y tú piensas, “no, huelo a chorizos”.  Vas a Lugo y ves un glamour propio de Serrano, pero algo más generalizado. La gente de la ciudad viste así. Tú no. Tienes barro en las botas, tu ropa está pasada de moda, tuviste la precaución de cortarte las uñas pero tienes las manos jodidas de la leña, los bajos del coche tienen mierda de vaca. No entiendes ciertas cosas que se compran y que se necesitan en la cuidad (eso es para otro artículo). Y no entiendes que las calefacciones estén tan altas. Pero es una ciudad desconocida, piensas “¿De verdad es necesario vestir de Adolfo Domínguez?. Esto no lo había en Vallecas”.
No sabes si avergonzarte por ser de pueblo o por ser de Madrid o pedir perdón por ser castellana después de lo que escribió Rosalía (Vaya aquí homenaje a los segadores gallegos y castellano manchegos que iban a Castilla León, entre ellos, mi abuelo). No sabes si cargarte en los muertos de alguien o mandalo a rañala. No sabes si lo tuyo es resistencia al capitalismo o adaptación al medio rural. No sabes si es síntoma de desidia (el ir con esa ropa) o más bien es que por fin te la pela y estás en plena forma mental.
Y el caso es que poco importa. Ahora estoy tranquila. Porque por fin sé lo que soy. Una mujer de pueblo gallego, madrileña, vallecana, castellano manchega y orgullosa.
La herencia de nuestros padres. Orgullo de pueblo y orgullo proletario.

viernes, 17 de mayo de 2013

TRES MUJERES

Así, sentada, en una hermosa tarde de miércoles. Vallecas está en silencio. El sordo rumor de los coches en la M30 imita el murmullo del mar; le gusta.
Son la cuatro de la tarde, quizá las cinco.
En la azotea del edificio está el patio del recreo, una parte del suelo está algo hundida. A la izquierda del patio están las porterías, es el sitio de Sergio L. A la derecha los baños y las ventanas. Su sitio. Es la parte cubierta, la más abrigada. Jamás transitaba la parte izquierda.
Y allí está, cerca de la puerta, mirando al suelo rojizo pulido, brillante de mil pisadas infantiles. Si levanta la vista ve el muro blanco que rodea toda la azotea y las verjas por encima del muro. Es tan alto que apenas llega a asomarme. Suele mirar hacia el puente de la m30, dirección oeste, hacia el pueblo, hacia donde atardece.
Se entretiene con una canica. Le gusta su redondez, los colores azules. Se la ha quitado de estrangis a su hermano.  De vez en cuando mira hacia la verja, su paciencia es grande, pero no infinita.
Hay una sensación permanente de dolor en el pecho, de hueco. Vacío. Le pesan las muñecas y, está creciendo tan deprisa, que le duelen las rodillas y los talones.
No piensa en nada, simplemente está algo triste.
Llega una mujer. Llega. Va. Se acerca hacia ella.
Levanta la vista del suelo. Le deslumbra la luz del sol y guiña los ojos con curiosidad, algo de precaución y cierto nerviosismo. Por fin ha llegado.
Se extienden la mano hacia sí mismas.
No duda. Alza la mano y se agarran. Es un momento importante, llevaba más de veinte años esperando. Ya era hora.
La adulta sonríe a la niña. La tiene que apaciguar, hay un leve rescoldo de enfado entre la tristeza.
Se agacha hasta ponerse a la misma altura y  le acaricia la cara, seca la lágrima que aún no asoma. No hace falta hablar, sabe que tiene un nudo en la garganta. Así que, le quita la diadema y le hace una coleta.
Se abrazan. La pequeña tarda en responder. Es un abrazo muy flojito, sin invadir. Se arrodilla a su lado y se sientan para dar un último vistazo al patio, la verja, la esquina de la portería, la pared de los José Manueles. 
"He tardado mucho en llegar pero aquí estoy".
Se retoman en ese punto. Bajan las escaleras del colegio deprisa, gritando. Sin mirar atrás. Último vistazo a los pasillos de las aulas.
Estamos fuera.



jueves, 18 de abril de 2013

RECIÉN DESCUBIERTO

Hay sensaciones almacenadas en el cuerpo, huellas de antiguas pisadas que afloran a la superficie.
Esta mañana he abierto la ventana y un aire fresco ha entrado en el centro justo de mi pecho y se ha albergado detrás de mis orejas.
Me ha aflojado la tensión de las piernas y las ha liberado de su peso habitual.
Un vacío placentero se ha posado dentro, por debajo del ombligo.
Ciertamente, diría que me ha quitado las telarañas de los ojos.
He recordado un olor verde y dulce, seco, cálido, aéreo, suave, de terciopelo, algo cremoso...
Algo ha despertado una sensación que me ha llevado automáticamente a la primavera de cuando estaba en el instituto, en la facultad.
Una sensación de serenidad tan agradable que me ha sobrecogido en cierta manera. Ha vuelto a mi cuerpo o se ha despertado, no sé.
Esos momentos en los que el mundo se para y todo se filtra a través de una emoción intensa de calma son tan... inefables.
Pequeñas semillas que quedaron aletargadas durante el invierno y crecen espontáneas en cualquier rincón de mi anatomía.
Recién descubierto, hay emociones que quedan, y son preciosas.

martes, 16 de abril de 2013

GREGERÍAS
La pista es una extensión de las zapatillas de estar en casa de P.
E. no mira, "anda a".
Cuando M. mira al mundo, lo rejuvenece treinta años.
D. espera leyendo el progreso a que llegue el día de poner en duda las verdades eternas por una cuestión de fe.
Los vacíos, huecos llenos de ausencias para A.
J. filosofa sobre otras épocas, filosofa sobre el presente. Es filósofa pero no lo sabe.
En todos los pueblos hay una bruja. En el mio es L.
Ni de aquí ni de allí. De aqui-no. M. y N.
Continuará....

viernes, 12 de abril de 2013

MI PEQUEÑA ALDEA GALA

Hay un salto para el que no estoy preparada. Un salto vital en el que el tiempo no me ha situado pero si las circunstancias. De haberlo sabido habría apurado mi nacimiento, quizá unas cuantas décadas antes, una al menos.
El camino me ha llevado a este punto sin retorno, y yo lo he seguido. Era fácil de andar, estaba cómoda, relajada, era el sitio que quería pisar. El que quiero pisar.
Tú sólo tienes que seguir.
Ayer estaba sentada con todos ellos, reíamos mientras tomábamos café. Me recordaban, (olvidando quién era), las hazañas de los vecinos que nunca conocí. Volvían sobre los viejos tiempos, y hacían balance de lo que costaba el pan, el trabajo del pan; hacían balance de cómo cambió la vida. Ellos han sufrido un cambio cualitativo, de una economía de subsistencia a un capitalismo finaciero especulativo brutal. Trabajar para comer, comer para vivir, trabajar para vivir. La vida girando en torno a subsistir, el ganado, el pan, la hortaliza, las estaciones, las lunas y las horas de sol, los nacimientos, las muertes, los partos y los ataúdes cargados a la espalda, las noches de camino a casa, de polavila.
Tiempos en los que uno se sentaba en la cocina y hablaba porque no podía hacer otra cosa. Ahora idolatramos esos tiempos, ahora hablamos de ellos con un deje de misticismo en los labios, pensamos en aquellos maravillosos años. Y ellos también pero desde la verdad. Se trabajaba hasta que no se podía por la luz, como decía Indalecio, "si houbera máis horas de luz máis traballaríamos". Ellos lo recuerdan con admiración, se asombran sin decir nada, como en un diálogo interno absortos, viendo cosas que ni nuestra imaginación, fabulando, alcanzaría a representarse. Acaban el diálogo invisible diciendo "¿e como poderíamos vivir así?" se responden, "non coñecíamos outra cosa". "Si fora agora... Algún matábase antes de vivir como vivíamos nós". "Pero eramos felices, non coñecíamos outra cosa, nacimos neso. Vós... non poderíades".
Me contaban y me contaban entre ellos, olvidándose por completo que quien era, de dónde había nacido. "Ben te acordarás de José do Perico". ¿Cómo non se vai a acordar?. Murió hace veinte años. En ese momento fui feliz, por fin estaba dentro del castro.
Pero el tiempo me prepara para que salte. Para que de golpe asuma lo que ellos van asumiendo desde hace muchos años.
La vida de mi pueblo tiene los días contados.
La vida de la vida de mi pueblo acabó hace tiempo. La maneras de vivir, las formas antiguas de entender el mundo de estar en el mundo, han muerto. Quedan las palabras como reliquias de tiempos gloriosos. Quedan como joyas que nombran vacíos, ausencias de lo que ya no tiene cabida en este mundo depredador, que fagotiza la diferencia y vomita monedas. Valemos unos pocos euros, ese es nuestro precio, eso es lo que somos. Un reducto pasado de moda, la nostalgia para muchos, mitología y folklore para otros, o una especie de cargador de pilas para los new age, eso es lo que somos, lo que valemos.
Vidas que amenazarían un orden muy bien establecido. Vidas, que no necesitan de vuestros plásticos, vidas que ya en la última etapa saben bien que con ellos se va una parte importante de la cultura, del legado de este país. Personas con nombre y apellido que son los auténticos guerreros de esa pequeña aldea gala. Y que cuando mueran se llevarán la vida que conozco, las historias que no viví, las palabras que no aprendí, y los amigos que siempre tendré.

miércoles, 10 de abril de 2013

SÁBANAS LIMPIAS Y UN WALKMAN

Hay momentos en los que las muñecas le duelen y tiene un peso bajo la lengua, cierta desazón en el estómago y es incapaz de mirar de frente sin miedo.
Hay momentos en los que una parte aprendió que no hay refugios a salvo ni palabras dulces.
En esos momentos soñaba con el olor de las sabanas recién puestas, con ponerse el walkman de su hermano y escuchar las canciones grabadas de la radio, canciones que ya entonces estaban pasadas de moda. Momentos en los que le afligía alguna pena concreta, alguna angustia concreta, con nombre... y soñaba con dormir, soñaba despierta con la puestas de sol que veía desde el balcón de la calle robles. Se detenía en la luz del sol desde la pequeñísima ventana de la habitación, y soñaba.
A veces creo que soñé la infancia y la adolescencia. Que al igual que una ostra, las pequeñas arenas que hería, las convertía en pequeñas perlitas de ensoñaciones incomunicadas. No viví, ensoñé la vida a través de la música.
Como me gustaría poder dar la mano a esa cría, traela hasta mi, y decirle que no tenga miedo, que todo sale bien al final, que los buenos siempre ganan y que a la noche le sucede el día, que no hay mal que cien años dure y que con trabajo todo se consigue, que todo el que persevera llega a la meta.
Hoy es uno de esos días en los que pesa el mundo, en los que me gustaría poder escuchar canciones de los Eagles metida dentro de las sábanas limpias.
Y hoy, una vez más me preguntocómo limpiarle las lágrimas y hacerla sonreír.
(Escuchando "Secret O´Life" de James Taylor)

martes, 19 de marzo de 2013

KOZMIC BLUES

El olor de aquellos días era el de la colonia de baño y el de el estuche viejo de mi hermano.
Por la tarde, en una especie de limbo atemporal los minutos de deshacían en canciones de Janis Joplin. Machaconamente memorizaba sus gritos, los desgarros, cada matiz de su dolorida voz. Me concentraba en una especie de mantra y absolutamente evadida, escribía sin miedos, sin tapujos, y sin complejos.
Sin complejos.
Adoraba exaltar sentimientos hasta la categoría de lo sublime, aunque fueran muchas veces prefabricados. Jugaba con las palabras, con las imágenes. Cómo disfrutaba creando imágenes y qué poco me importaba que fueran pobres o manidas o bucólicas o adolescentes, inmaduras. Sólo paría metáforas y me recreaba en ellas, retroalimentaba mis propias emociones, entrando en una dinámica algo onanista, algo autista y muy adolescente.
Pero paladeaba las letras y me dejaba llevar sin contención. Como si lo exudara, fluía. A veces poco a poco, y otras torrencialmente.
Y ahora la edad adulta me parece una versión en gris nublado de aquellos días blancos. Anclada.
A veces pienso, si fuera semilla... Llega la primavera, quizá toqué florecer

lunes, 18 de marzo de 2013

COMO LAS LOCAS

Mi determinación preludiaba una fabulosa mañana de domingo. Nunca falla, si lo veo, saldrá bien. Y así fue.
El momento de calzarse las zapatillas es realmente mágico, el hormigueo en el estómago, las piernas empiezan a sentirse ligeras, en ese momento nada  es un freno, sólo se quiere correr, correr como alma que lleva el diablo.
A veces pienso que me pasa igual que al Rex cuando era cachorro, andaba subiendo y bajando terraplenes para probar hasta dónde llegaban sus fuerzas. Nos miraba, pidiendo un poco de ánimo, algún refuerzo y se tiraba montaña abajo para luego volver a subir. Le bullía la sangre de lobo.
Así me sucede, me emociona saber hasta dónde podré llegar, cuánto me voy a superar esta vez. Me emociona y me pone nerviosa mi propia cabeza, cuando los pulmones empiezan a arder y los cuádriceps a picar, empieza la guerra. Y ese momento de lucha me encanta.
“Podré, no podré, puedo, no, voy a parar, esto no tiene sentido, para qué coño sufro, yo no sirvo para esto, ya me lo decía mi madre “hija tu no corras que estás gordita y te sofocas mucho”. Joder puedo, mira cómo puedo, ¿Cuánto queda?, ya queda poco, puedo, aguanta un poco más ya casi llegamos arriba, lo tenemos, lo tienes, lo tienes. Y ahora es sólo bajar.
 Suave
Suave
Todo marcha, puedes. Ya no te arden los pulmones, recupera. ¿Lo ves? No te has muerto. Relájate, disfruta”.
El tramo primero en mi recorrido habitual es un calvario que cada día afronto de una manera. El otro día fue horrible. Pero lo hice. Después de llegar al primer pueblo atajé hacia Llencias por el Camino primitivo de Santiago, realmente agotada. Así que decidí relajarme y hacer lo mismo que el perro, a veces andando tranquilamente, otras trotando y otras corriendo.  A mi aire y sin complejos.
Pero el tramo realmente divertido fue cuando me alejé de la carretera principal por la pista de Llencias. Me regalé un trote sabiendo que podía. “Hasta casa, ¿A qué no te atreves?”. ¡Claro!. El sol salió, y vi mis adorados montes desde otra perspectiva (Por simple que parezca, este hecho me hace tremendamente feliz), sin coches, sin gente, sin ruido, solo el sonido de mis pies y mi respiración. Suavemente, corriendo como nunca lo hice de niña. Trotando y sonriendo como las locas.
Al llegar al pueblo me perdí un poco, pero una vez encontrado el camino, me volví a retar en mi esquizofrenia peterpaniana: “¿A que no vas corriendo hasta el pueblo?”, “¡Pues claro, ya te lo he dicho!”. Como las locas.
Lo más curioso de todo es como los pies se van acoplando al terreno, como vas anticipando con sólo décimas, el siguiente movimiento, calculando la dureza del camino, el barro, las piedras. Es casi como un baile improvisado.
Es curioso,  de todo esto, lo que más difícil me resulta no tiene nada que ver con el esfuerzo físico, sino con la mística del deporte y los complejos de la infancia. El lado místico, profesional, de marcas y tiempos sobrehumanos, de gente más cerca del Olimpo que de la tierra. Es sencillo arrastrarse y cegarse con ese deslumbrante mundo y mirar para uno y ver un pequeño y débil ser que no puede luchar en esos combates. Los malditos complejos y frases machaconas, “tú no puedes”.
Finalmente, entre los ecos de daños antiguos y los estereotipos que uno mismo fabrica, se pierde el norte y el significado. Se trata de disfrutar, de correr porque sí, sin más, por el puro placer de hacerlo, correr sin lastres, correr sin miedo, sin miedo a correr, sin miedo a caer, sin miedo al cansancio, sin miedo a nada.
Y corremos porque queremos
Porque podemos
Porque,
los niños y los perros no tenemos miedo.
Sólo tenemos
ganas de correr.

LA VIDA PULSA

La primavera pulsa, late después de una larga noche de invierno.
La oigo levemente cada mañana en el fondo de mis pulmones, es un eco discreto en los oídos.  Salgo fuera, la energía ha cambiado. En la calma eterna del valle algo se mueve, los pájaros están inquietos y pese al frío, las flores más valientes ya han asomado la cabeza.
Me siento florecer yo misma, mi propio cuerpo salta, me levanto con el día y el frío ya no es obstáculo porque la luz nos hace más livianos y nos va desperezando. Es la alegría ancestral de haber sobrevivido a la larga noche.
Algo en mi está cambiando, ya sé que empiezan a cantar estrepitosamente los aviones roqueros, que hace tiempo que han florecido los narcisos silvestres y que los pequeños brotes ya van siendo flores en los manzanos y los perales. Ya quiero hacer el semillero, salir pronto de casa para ver a los paporubios y a los verderoles, ir por el camino de siempre y ver como van creciendo las gamotas. Quiero salir de casa, que me de el sol, quitarme la humedad de los huesos, la humedad de las paredes, recoger las habitaciones, ventilar todo los rincones, abrir las ventanas.
Es la primera vez que noto tan claramente cómo se abre camino la primavera. Lo siento en mi misma el frío ya no me silencia. Antes, en mi vieja vida, la primavera la marcaba el florecimiento de los árboles del paraíso de la M30, y el mirlo que cantaba en el edificio de enfrente. En ese momento me saltaba el corazón. quedaba poco para el verano y para ser libre.
Aquí es muy diferente, viene marcado por la luz, por el ímpetu de crecer, de florecer.
Salimos de la oscuridad, es la vida misma que pulsa en un ciclo eterno.