Al hilo de las ensoñaciones...

viernes, 17 de mayo de 2013

TRES MUJERES

Así, sentada, en una hermosa tarde de miércoles. Vallecas está en silencio. El sordo rumor de los coches en la M30 imita el murmullo del mar; le gusta.
Son la cuatro de la tarde, quizá las cinco.
En la azotea del edificio está el patio del recreo, una parte del suelo está algo hundida. A la izquierda del patio están las porterías, es el sitio de Sergio L. A la derecha los baños y las ventanas. Su sitio. Es la parte cubierta, la más abrigada. Jamás transitaba la parte izquierda.
Y allí está, cerca de la puerta, mirando al suelo rojizo pulido, brillante de mil pisadas infantiles. Si levanta la vista ve el muro blanco que rodea toda la azotea y las verjas por encima del muro. Es tan alto que apenas llega a asomarme. Suele mirar hacia el puente de la m30, dirección oeste, hacia el pueblo, hacia donde atardece.
Se entretiene con una canica. Le gusta su redondez, los colores azules. Se la ha quitado de estrangis a su hermano.  De vez en cuando mira hacia la verja, su paciencia es grande, pero no infinita.
Hay una sensación permanente de dolor en el pecho, de hueco. Vacío. Le pesan las muñecas y, está creciendo tan deprisa, que le duelen las rodillas y los talones.
No piensa en nada, simplemente está algo triste.
Llega una mujer. Llega. Va. Se acerca hacia ella.
Levanta la vista del suelo. Le deslumbra la luz del sol y guiña los ojos con curiosidad, algo de precaución y cierto nerviosismo. Por fin ha llegado.
Se extienden la mano hacia sí mismas.
No duda. Alza la mano y se agarran. Es un momento importante, llevaba más de veinte años esperando. Ya era hora.
La adulta sonríe a la niña. La tiene que apaciguar, hay un leve rescoldo de enfado entre la tristeza.
Se agacha hasta ponerse a la misma altura y  le acaricia la cara, seca la lágrima que aún no asoma. No hace falta hablar, sabe que tiene un nudo en la garganta. Así que, le quita la diadema y le hace una coleta.
Se abrazan. La pequeña tarda en responder. Es un abrazo muy flojito, sin invadir. Se arrodilla a su lado y se sientan para dar un último vistazo al patio, la verja, la esquina de la portería, la pared de los José Manueles. 
"He tardado mucho en llegar pero aquí estoy".
Se retoman en ese punto. Bajan las escaleras del colegio deprisa, gritando. Sin mirar atrás. Último vistazo a los pasillos de las aulas.
Estamos fuera.