Al hilo de las ensoñaciones...

jueves, 23 de abril de 2020

Bagdad Café, el cierzo y las golondrinas de la tarde


Miro hacia arriba asumiendo que el cielo no está a mi alcance y tampoco lo está el oler la humedad de la lluvia que se avecina. Asumo que la libertad ya no me pertenece. Quizá nunca lo hizo.
He descubierto con alegría que hay golondrinas revoloteando como locas, con su ruido caótico y alegre. Hay un azul muy débil devorado por nubes densas. Quizá las golondrinas me pudieran decir si un poco más allá hay azul o no. Si llueve…
Sentada en la minúscula terraza en un rincón chill out improvisado escucho la canción principal de Bagdad café. Me asusta la sensación de haber vivido siempre en estas cuatro paredes. Al salir el otro día me percaté de que estaba en Zaragoza... el confinamiento unido a una vida nómada pueden haber hecho que viva exiliada en mi propio planeta interior. ¿Hay mundo ahí afuera?
Abro la ventana para dejar que entre el viento. Son las nueve y cuarto de la noche y me gusta oír el ruido de la gente haciendo la cena, alguien está haciendo tortilla. Y de pronto algo respode mi pregunta: el viento, un ligero cierzo que se está levantando,  un regalo. El cierzo es de pronto algo libre que me visita lo único libre… quién me hubiera dicho que me iba a gustar tanto el cierzo cuando volvía del trabajo en bici. La bici…
Me tapo con la manta y pongo la canción en bucle para intentar mantener este momento. Quiero otro soplo de viento que me recuerde que hay exteriores, algo a lo que nadie le puede poner rejas ni barrotes. Me asombro de nuevo ante este descubrimiento. Hay viento, se cuela y nadie le detiene.
Cierro los ojos y recuerdo aquella estación de servicio en algún punto que desconozco de Albacete... La gasolinera estaba vacía, me quedé un rato ensoñando con esta canción. Una carretera desierta en mitad de la nada, “cualquier sitio es mejor que donde has estado” decía la cantante. Parecía que me hubieran puesto en el mismo escenario. El cielo era azul de finales de primavera y el sol presagiaba una verticalidad despiadada sobre el horizonte infinito de la Mancha.
La ensoñación continúa: las Bardenas, el viento, los buitres, el desierto… Me quedo hechizada en esa imagen. Suspendida por un momento deseando que no se vaya de la retina.
Es como si mi vida se hubiera reiniciado y ahora me tocara vivirla en un plano virtual. Afortunadamente tengo recuerdos en la piel que son sensibles a los cambios de la luz. 
El viento ha cambiado la dirección de mis letras y me ha hecho darme cuenta de lo mucho que añoro el azul inabarcable y el olor de la higuera de mis padres.
Ojalá el viento pudiera quedarse conmigo está noche.