Al hilo de las ensoñaciones...

jueves, 1 de diciembre de 2016

La cercanía de los gatos

En una novela de Murakami voy transitando los días.
Anestesio la soledad del desarraigo fijando instantes efímeros con letras . Fuerzo los pasos por los mismos caminos por crear una falsa sensación de rutina, creyendo que esto es lo cotidiano.
El vacío es tan grande que horada a ratos la alegría de los nuevos acentos. La casa de una está donde estén los pies, es una grata conclusión vestida de la necesidad de tierra.
En esta novela los gatos son lo más parecido a la sensación de estar en casa, porque los gatos callejeros se repiten en todas las ciudades, su caminar, su terrible indiferencia y desconfianza, sus costumbres, sus maullidos. Todo es idéntico.
Encuentro en ellos el sosiego de la tierra conocida, como si ya supieran quien soy y yo supiera quienes son ellos. No les pido nada, quizá una mirada, ellos a mi comida o quizá solo que les ahorre una paliza.
Me tranquiliza ver gatos, me entretengo en su indolencia.
A veces la comprensión de una novela viene cuando menos se espera, “¿Kafka en la Orilla?”

domingo, 5 de junio de 2016

Hola de nuevo, Adiós

Es más sencillo ser consciente del paso del tiempo cuando se cambia de tierra. Llega la despedida y la inevitable vista atrás. El repaso de las caras, los nombres, las expresiones y los cielos de este nuevo hogar temporal.
Las Bardenas

Y así, y dejando el rastro del fuego del hogar que pronto barrerá el nuevo otoño, los minutos van cerrando la melodía principal en una silenciosa cadencia.
Me entretengo en las luces, pensando que ellas podrán hacerme entender el sentido de todo esto. Voy mirando sombras buscando en el contraste un rastro del significado de la distancia. Pero nada lo tiene, lo único real es el momento, los momentos, el aquí, el “en este momento”.
En un collar de horas voy engarzando los recuerdos de este año para que no se me escape la vida. Siempre elegimos tareas prometeicas, la vida no son las fotografías de la caja del armario.
La chica del espejo y yo vamos buscando surcar el rostro de arrugas bonitas. Vamos diciendo adiós otro año más. Adiós a todas las personas que compusieron el día a día, a las que dieron cierta racionalidad a la soledad y contribuyeron a enriquecerla. Adiós al primer contacto con la terminación aguda de todas las palabras. Adiós a la estepa y a las aves que nos acercaron a la idea de lo sublime. Adiós a las rocas pacientes.
Hola de nuevo, Adiós.


lunes, 2 de mayo de 2016

La eterna navegación

Crecer sin raíces como una planta aérea, alimentando las ramas a base de aire. Trasplantada en tierras ácidas, calcáreas, en terrenos pedregosos, sobre el asfalto, en el asfalto. Crecer aprovechando el sol o soportando lluvias eternas, medrar al amparo de refugios móviles.
Los abedules crecen en casi cualquier tipo de terreno, son adaptativos, pero hasta ellos tienen raíces.
Ulisses i les sirenes, quadre d'Herbert James Draper
Fuente: Wikipedia
La sensación de no saber situar la cabeza al norte y de no saber dónde están los pies, es tan agradable como peligrosa, es una sirena.
No se puede navegar eternamente.
Todos necesitamos raíces.
Llegar a puerto.
Descansar
.

domingo, 10 de abril de 2016

Red Social

No es mi intención hacer de este artículo un análisis académico, es más bien lanzar una pregunta que me asaltató después de asistir a una charla sobre “Perspectivas feministas”, impartida por Elvira Burgos el pasado viernes 8 de abril en Huesca.
Tras la charla y con pensamientos erráticos, desviándome aparentemente de lo explicado, me percaté de que nunca un término resultó más paradójico. Y es que las redes sociales están llenas de soledad.
Estamos tan solos, tan solos a diario, que nos volcamos a la inalcanzable tarea de paliar la soledad con la soledad ajena, en los pequeños espacios que deja el hacer. Necesitamos a los otros.
Allí había tantas mujeres físicamente, unidas, hablando con palabras sonoras, riendo con más de cuatro sílabas, que no pude eludir la toma de conciencia.
No es igual, el calor humano, el olor humano, las miserias del cuerpo y sus grandezas. El sonido, las reacciones en los rostros, la proximidad. No es comparable a la frialdad del teclado.
La interacción social física aporta las tres dimensiones. Las reacciones en tiempo real, sin tiempo que mida las palabras, sin pantallas que bloqueen y sin adornos. Las mujeres allí presentes necesitábamos estar, necesitábamos la presencia y el contacto.
A fuerza de ver una cara de las personas que nos expresamos en las redes, se puede llegar a creer que esas personas de yo virtual, tienen dos dimensiones, que son blanco sobre negro. Una perspectiva tuerta de sus vidas, rellenada con las inquietudes o anhelos del espectador. En una habitación, con un ángulo parcial, llegamos a creer que eso que dicen es todo cuanto tienen que decir. Que eso que les gusta es lo que realmente les gusta. Cuando en realidad es la fragilidad lo que manifestamos, la necesidad del otro. Estamos ahí, en ese cibermundo, porque necesitamos imperiosamente a los demás.
Decía Elvira, que Judith Butler habla de la vulnerabilidad como nueva forma de repensar a las personas. En el hecho de ser interdependientes radica precisamente nuestra fortaleza. Nos necesitamos, la sociabilidad entendida desde el ser vulnerables. Seres frágiles que establecerían, conscientes de su vulnerabilidad,  redes de apoyo y  cooperación.
Sería, pues, imprescindible asumir la vulnerabilidad y generar fortaleza ante las formas de discriminación y exclusión. Precisamente por eso, porque como seres que se necesitan, la exclusión iría contra la propia esencia de lo humano, que radica en el hacerse con los otros.
El principio de responsabilidad del que hablaba Hans Jonas referido a la técnica y el medio ambiente, encuentra en esta idea, un complemento, una apertura. El ser libres y vulnerables nos pone frente al  inexorable hecho de tener que corresponsabilizarnos de y por los demás.
Devolver a los hombres la parte de vulnerabilidad autoexpropiada y proyectada hacia las mujeres sería la clave para una existencia auténtica al hacernos cargo de ella.
Pensaba, al hilo de este concepto, ¿cómo sería una actividad social física tan intensa como la que algún@s tenemos en las redes?
Me viene a la cabeza lo que decía Carlos Taibo sobre el activismo de redes sociales, el modo en que palían el ansia de tomar la calle, el modo en que sofocan la ira ante las injusticias (esto es mi libre interpretación de sus palabras)
¿Y si tomáramos las calles haciendo fuerza de nuestra vulnerabilidad?
Webgrafía y Bibliografía
- Mónica Cano Abadía , “TRANSFORMACIONES PERFORMATIVAS: AGENCIA Y VULNERABILIDAD EN JUDITH BUTLER” revistes.ub.edu/index.php/oximora/article/download/10869/14473
- JONAS, H., “El principio de responsabilidad”. Ed. Herder

http://www.eldiario.es/andalucia/Carlos-Taibo-Facebook-ebullicion-revolucionaria_0_236926413.html