Son la cuatro de la tarde, quizá las cinco.
En la azotea del edificio está el patio del recreo, una parte
del suelo está algo hundida. A la izquierda del patio están las porterías, es
el sitio de Sergio L. A la derecha los baños y las ventanas. Su sitio. Es
la parte cubierta, la más abrigada. Jamás transitaba la parte izquierda.
Y allí está, cerca de la puerta, mirando al suelo rojizo
pulido, brillante de mil pisadas infantiles. Si levanta la vista ve el muro
blanco que rodea toda la azotea y las verjas por encima del muro. Es tan alto
que apenas llega a asomarme. Suele mirar hacia el puente de la m30,
dirección oeste, hacia el pueblo, hacia donde atardece.
Se entretiene con una canica. Le gusta su redondez, los
colores azules. Se la ha quitado de estrangis a su hermano. De vez en cuando mira hacia la verja, su paciencia es grande, pero no infinita.
Hay una sensación permanente de dolor en el pecho, de hueco.
Vacío. Le pesan las muñecas y, está creciendo tan deprisa, que le duelen las
rodillas y los talones.
No piensa en nada, simplemente está algo triste.
Llega una mujer. Llega. Va. Se acerca hacia ella.
Levanta la vista del suelo. Le deslumbra la luz del sol y
guiña los ojos con curiosidad, algo de precaución y cierto nerviosismo. Por fin
ha llegado.
Se extienden la mano hacia sí mismas.
No duda. Alza la mano y se agarran. Es un momento
importante, llevaba más de veinte años esperando. Ya era hora.
La adulta sonríe a la niña. La tiene que apaciguar, hay un
leve rescoldo de enfado entre la tristeza.
Se agacha hasta ponerse a la misma altura y le acaricia la cara, seca la lágrima que aún
no asoma. No hace falta hablar, sabe que tiene un nudo en la garganta. Así que, le
quita la diadema y le hace una coleta.
Se abrazan. La pequeña tarda en responder. Es un abrazo muy
flojito, sin invadir. Se arrodilla a su lado y se sientan para dar un último
vistazo al patio, la verja, la esquina de la portería, la pared de los José
Manueles.
"He tardado mucho en llegar pero aquí estoy".
Se retoman en ese punto. Bajan las escaleras del colegio
deprisa, gritando. Sin mirar atrás. Último vistazo a los pasillos de las aulas.
Estamos fuera.