Diario del encierro
Sábado 14 de Marzo de 2020
Así nos hemos quedado de pronto, donde estuviéramos, como
estuviéramos, casi paralizados durante quince días… al menos. En soledad; con
buena, mala, o demasiada compañía. Tan fuertes y tan frágiles, tan humanos.
Gente con miedo a vivir con quien ha elegido vivir.
Recuerdo un artículo de El País semanal sobre el libro de Melanie
Dunea “My last supper”, donde preguntaban a cocineros famosos de todo el mundo
cuál sería su última cena. Todos explicaban
no solo qué cenarían, sino también con quién y dónde. Algunos hablaban de
manjares con alimentos típicos de sus países, platos sofisticados. De todas esas entrevistas me
impactó la de un cocinero francés, Joël
Robuchon, cuya cena consistiría en pan y mantequilla. La sencillez y
lo exquisito de ambas cosas me atraparon, la idea de los cereales como símbolo de vida
atraviesa que todas las culturas, pero además la idea implícita de que el pan como la vida se comparten.
Detengo la divagación y pienso en lo extraño de esta situación que a
ratos parece una broma apocalíptica. ¿Es aquí, así y ahora como me gustaría
vivir el fin del mundo? Estoy sola en este pequeño piso donde pasaré los
próximos quince días sin más compañía que mis pequeñas plantas de tomate y los
libros. Sola, lejos de mi familia.
La cena la tengo clara y también con quién compartiré mi pan, pero
poco más.
Lunes 16 de marzo de 2020
Una llamada, un mensaje, mil mensajes, la temperatura, las fotografías
con las provisiones, las risas nerviosas. Nos preparamos para lo desconocido
con miedo y sentido del humor a partes iguales.
Hoy me doy cuenta de lo mucho que nos necesitamos y quizá lo mucho que
necesitamos alejarnos a la vez. Intuyo las ganas que tenemos de ser una
sociedad y las dificultades que tenemos para serlo. Salir a aplaudir juntos,
los grupos de WhatsApp echando humo, la necesidad de creer que existe la
solidaridad.
Hoy se me muestran al mismo tiempo todas nuestras contradicciones.
Intuyo que muchas más están por llegar.
Martes 17 de marzo
Bebo un poco de té, son las 6 de la tarde, hago una parada. He logrado
hacer rituales diarios en poco tiempo, separar ambientes en un piso de escasos
50 metros cuadrados y marcar unos horarios claros.
Hay un ruido interno que ha cesado, aún no sé lo que es.
Miércoles 18 de Marzo
Ya que qué es lo que ha cesado, el movimiento. El aire ha llegado
hasta el último rincón de los pulmones. Estar en silencio se ha convertido en
una actividad. Y el ruido interno de pronto se ha desvanecido. Necesitaba tanto
esta soledad… que me avergüenza no habérmela dado un poco más.
No sé si está mal decir que estoy bien así, que descubierto a mi
compañera de piso y nos llevamos genial, me gusta como cocina, me gusta porque
me sorprende con tortitas de manzana y canela a las 7,15 de la mañana.
Es por la tarde, dibujo en el cuaderno torpemente, ordeno los
armarios, leo algo sobre filosofía del lenguaje, escribo, estudio. Miro si las
matitas de tomate han crecido. Estoy. Esa es la sensación, la de estar aquí y
ahora.
Me asomo al balcón creyendo estar viviendo una distopía. Por la mañana
la policía dice por megafonía a las personas que se vayan a casa, por la tarde
la gente aplaude a las ocho. Las calles desiertas.
Mi pensamiento no levanta el vuelo, estoy a gusto viviendo este silencio
y no quiero pensar sobre él.
He hablado con Conchita y pienso mucho en la vida de mi ya perdida "aldea gala", poco o nada habrán cambiado las cosas, allí ya casi no queda nadie, las despensas llenas de patatas, las berzas, ir a por las vacas, volver...y quizá no ver a nadie. El aislamiento ha sido la forma más cruel de muerte que se le está dando a lo rural.
Jueves 19 de Marzo
Pienso en las personas presas. Pienso en ellas cada día desde que
decretaron el estado de alarma. Pienso en que solo deshumanizándolos somos
capaces de asumir que privar a alguien de libertad es un castigo terrible. Nosotros
nunca seremos ellos… ¿Nunca?
Pienso en la docilidad con la que hemos acatado la prisión, el miedo
es la más poderosa de las armas. No, no
creo que sea la solidaridad en este caso, la paradoja del papel higiénico lo ha
puesto de manifiesto. No estamos en casa por solidaridad, sino por miedo. Un
país entero escondido en sus casas por un enemigo invisible… una gripe. A ratos
me parece una situación delirante.
Mientras, las redes dejando fluir ríos de información basura, de
mentiras, ríos y ríos de mentiras. Nosotros, que no somos capaces de verificar
tanta información como nos llega y por temor o por aburrimiento lo vamos
esparciendo: el Ibuprofeno, la Evau en agosto en Valencia, plataformas que
dicen regalar pero luego no es más que una mentira para entrar a sus webs, redes
solidarias en el vecindario cuando en un país con un Estado como el nuestro se debería
contar con los recursos suficientes. Gente que se promociona en redes bajo la
idea de compartir gratuitamente sus conocimientos engrosando así su lista de
seguidores, albergues para las personas sin hogar (¿antes no eran necesarios?).
Y como dice mi amigo Manu, la necesidad de héroes que tenemos, de ampararnos
bajo el paraguas de algún héroe.
También es cierto que estos días he descubierto que tenía vecinos, que
hay más antimonárquicos en mi barrio de lo que me imaginaba y que quiero mucho
a mi familia y amigos. Y adoro el silencio.
Hoy temo no volver a ser capaz de salir de la madriguera y necesito la
sensatez y el criterio de alguien con lucidez… afortunadamente sé dónde acudir.
Continuará….