La libertad de un pueblo. Así
acababa la conversación y ambos teníamos
un nudo en la garganta. Asistir a la extinción de una comunidad y de una cultura no es algo que te
enseñen en el colegio. No estamos preparados para desaparecer, sino para vivir
eternamente. Heidegger hablaba de la
conciencia de la muerte como clave para la vida auténtica. Pocas veces se tiene.
Cuando leí Puerca
tierra pensé que la cosa me pillaba como vecina acogida en mi nuevo pueblo, eso no es ni muy
cerca ni muy lejos. La distinción etic-emic no deja de ser forzada, nunca se
está del todo fuera o dentro al estudiar una cultura. Como antropóloga nómada
y como ser humano que soy, he necesitado echar raíces. Las raíces y la ausencia de ellas un tema recurrente en este blog. Si la tierra
es favorable a la planta, aunque ésta venga de fuera, prenderá y crecerá. Yo he
madurado en una tierra diferente a la mía. La quiero porque me ha acogido, me
ha cuidado y me ha enseñado tal y como hacen las madres. Así que estoy lo
suficientemente lejos para entender y lo suficientemente cerca para sufrir por
su muerte. Esto de lo que escribo hoy es una cuestión personal (¿y qué no lo
es?).
Cuando leía Puerca tierra lo veía con distancia, cuando hace años me leí La lluvia amarilla, lo veía a mil años
luz de mi. Me gustaba su estilo poético, me gustaban sus frases cortas, la
dureza de su prosa y la fragilidad que emanaba. Me cautivó, pero fuera de lo
meramente literario, no tocó nada más dentro de mí. Hoy soy incapaz de volver a
leerlo, no
tengo arrestos para enfrentarme a la verdad que denuncia. El mundo rural
desaparece.
En esos dos libros hay personajes
que bien podrían ser gente que he conocido. Hombres y mujeres libres de los que podré hablar dentro de algún tiempo. Aún estoy demasiado cerca.
Y es que hay seres libres por dentro. Hay personas
que nunca se podrán dejar atar. Pienso en ellos y en ellas y me conmueve en lo más hondo ese profundo
arraigo de la libertad en ellos. Me conmueve como ninguna otra cosa en el
mundo. Son tan libres, que este modo de producción capitalista de mierda no es
más que un eco lejano en ellos.
Hay seres libres pero son una especie en
extinción. Su existencia en el mundo es una bella rareza. Amo profundamente la
libertad en ellos, amo la pertinaz resistencia de sus alas, amo su forma de
vida y sé que nunca podré tocar la firmeza con la que viven. No soy ni capaz de
escribir bien sobre ello.
¿Formas de vidas alternativas en
este nuestro globalizado mundo occidental?. Las formas alternativas también
pasan por caja. ¿Creíamos poder ser diferentes? La diferencia también se
compra, también tiene marca de vaqueros y una palabra en inglés que la define.
Las verdaderas formas de vida alternativas están siendo aniquiladas con la peor
de las muertes posibles: la indiferencia, la humillación, la invisibilización.
No puedo entrar en detalles de lo
que me lleva a esta reflexión porque pertenece a la vida privada de una
persona.
Pero necesito escribir esto porque alguien hoy no se ha dejado atar a cuatro paredes y ha sido la expresión más bella y triste de esa necesidad ontológica de libertad. Aún quedan personas que no doblegan su alma a ninguna cadena y a
ningún barrote. Un pueblo firme y resistente que siempre siguió adelante
por muy pesada que fuera la carga.
Hay personas que prefieren morir
antes de que las encierren y les den de comer somníferos. Hay
personas que entre la vida y la libertad tienen muy clara la elección. Personas
que son espejismos de otro tiempo que ya no tiene cabida en este mundo de
mierda.
Personas que son el reflejo
efímero e inasible de la libertad de un pueblo.