Las cuerdas de las persianas venecianas oscilan; se mecen los toldos, las ramas de los árboles, el vuelo errático de los vencejos. Más allá, la quietud abstracta del horizonte.
Los ojos, al arrullo de una nana de aire y acompasados en el bamboleo hipnótico de lo cotidiano, se acunan también buscando consuelo. Van asiendo los elementos frágiles con los que trazan un estar en el mundo.
Y la nostalgia de un todo cataliza con esta luz que muere.