Intimidad perdida, desterrada.
Un bosque talado al desamparo de la vertical luz del
mediodía. Perdida entre mil luces artificiales, risas, humos, vaivenes de
personas innominadas. Caos de caras ausentes y virtuales me desalojan de mí. Radicalmente.
Me alejan del abrigo íntimo de mi silencio.
Vida expuesta. Cuerpos frágiles se anhelan desnudos en una
tierra yerma de cercanía e hipertrofiada de proximidad. Qué paradoja, nunca nos
había dejado tan solos el contacto. Nos buscamos tanto que apenas queda el espacio
necesario para saber quiénes somos realmente. Nos herimos ciegos de soledad.
Poco a poco se nos olvida cuál era nuestro verdadero nombre.
Dónde habitábamos hace no tanto tiempo. Cómo olía nuestro hogar.
Semillas diminutas a los pies buscan afanosamente el agua,
la tierra. Una canción, un momento sin miedo, la recién descubierta sensación
de frío, algo que preferimos callar.
Añoranza del bosque,
el que daba asilo en mitad de la incertidumbre. Añoranza de su sonido uterino, la respiración cuando los oídos están sumergidos en agua. La soledad, la
calma, el abrigo cálido del propio arrullo.
El bosque.
Fuente: Wikipedia Autor: Basotxerri |