Y al final me he dado cuenta de
que sí había una estación donde ir, sí había un puerto donde atracar, una
casa y una cama con las sábanas y mantas de siempre. Es bonito y
reconfortante como solo lo puede ser el sonido de una guitarra. Los acordes
aprendidos de memoria calientan los pies fríos mientras bebo café. La música y
el silencio han sido siempre un casa, el sitio donde descansar. El hogar efímero y permanente donde volver, cálido como una
caricia en la mejilla. Esta canción ha sido un sonido que ha llenado el vacío exterior e interior. Repetida durante tantos años, bien podría ser ya el sonido de mi misma, si las almas tuvieran cuerdas.
En este instante nos damos la
mano bajo la conciencia de que esta canción fue el cuarto donde refugiarnos
cuando no solo llovía fuera. En el coche de pequeñas, en la habitación de
adolescentes, en soledad durante las rupturas, de nuevo en el coche haciendo
kilómetros de una punta a otra del país. Ahora, sola, con cuatro seres vivos,
de los cuales soy la única con capacidad de lenguaje y pulmones. Una parte de mi
encuentra su sitio con esta canción. Su luz.
Imagino otra vida, ser otra
persona, en otro tiempo, con otra vida y siempre con esta canción. No sé muy
bien cómo se crea un personaje para una novela, pero al que me ronda la cabeza
también le gusta “Kathy´s song”. A veces nos hemos comunicado mediante estos
acordes. La realidad es un velo, un espejo opaco que no siempre permite ver a
través de ella. Esta canción de vez en cuando ha desvelado el otro lado.
Ahora la dejo sonar una y otra
vez, queriendo mantener esta magia y disfrutar un poco más de su compañía…
“Así que, aunque veas que dudo,
todo cuanto te quiero decir es verdad, permanezco solo sin creencias, la única
verdad que conozco eres tú… sé que soy como la lluvia, después, por tu gracia,
me transformo en mí”.