Tu pecho en llamas se ocultaba bajo la atrocidad de mi piel helada. Me reprocharás esa guirnalda que te traje, heraldo de las avefrías.
Me olvidé de tu risa y del camino. Anochecía.
La cuestión es que ahora no sé excarvar la tierra de tus pupilas y tú aún no has aprendido otro lenguaje que no sea el de la luz. Te expresas en las radiografías del universo post apocalíptico que me habita. Lates casi apagada por los escombros de una explosión nuclear. Te busco en las figuras de la geometría de las flores, me detengo a buscarte en instantes ínfimos de la hora azul. Te he buscado en las aves, te he buscado en la poética gloriosa, en las mañanas de domingos y en el pelaje indómito de las noches desesperadas.
Un incendio te ha prendido el pecho. "No es tarde me digo”, la esquirla dorada de tu odio por mi olvido ha roto un fragmento de indiferencia.
Te he buscado creyendo que te encontrarías muerta el ángulo de mis miedos. Pero eres astuta, estabas en el Oeste, eras un momento en llamas y todas esas canciones que aún me quedan por escuchar. Rebusco en los bolsillos una flores secas, eres lista, sé que sabrás esperar.