Me satisface el olor del hinojo cuando cae la tarde en el arroyo. Sé que tengo suficiente con este rayo de sol cualquiera.
Me detengo en el detalle de los cardos agostados, recuerdo dorado del verano. Ellos, como yo, también esperan nacer.
Me basta y lo sé, con la presencia tenaz de la semilla y el brote, con el silencio obstinado de las estaciones.
No necesito más: un olor, la contemplación desinteresada y la presencia sin fisuras del otoño.