Todo el mundo miente. La mentira,
la trampa, el truco, la estafa, los embustes, las artimañas y las medias
verdades pueblan y dibujan el gran teatro de la estafa en el que hemos
convertido la cotidianeidad.
¿Carácter mediterráneo? ¿Un
sistema corrupto que tolera las pequeñas corruptelas? ¿Una moral dormida en
tiempos difíciles?
Vaya por donde vaya tengo la
sensación de que la trampa nos acompaña. La honestidad, la sinceridad y la
lealtad, no solo están en peligro de extinción, se consideran defectos poco
adaptativos y a corregir. Esto hace que sea profundamente descorazonador mirar
en los ángulos muertos de las personas. Cuanto más crezco más me decepciona el
mundo adulto al cual aspira a llegar cualquier adolescente.
La norma en este país está hecha
para saltársela. Podemos pensar en políticos, en tratos de favor, en colar a
alguien, etc. Todo ello son diferentes formas de mentira: el instituto, en los
trabajos, en el ámbito doméstico. Todos mienten, orgullosos de no ser pillados,
encantados de haber estafado, cada uno en la medida de sus posibilidades.
¿En qué me convierto como
profesora? En una policía de pillar chuletas, móviles y pinganillos
inalámbricos. Vivo desconfiando de mi propia sombra y de paso desconfiando de
la humanidad. ¿En qué hemos convertido la educación? ¿En qué nos hemos
convertido como sociedad? En una panda mentirosos que están deteriorando la
convivencia, haciendo del fraude un modo de vida, si es que se le puede llamar
vida a esta farsa.
¿Qué sentido tiene este sistema
en el que todas las horas de enseñanza y aprendizaje deben cristalizar en un
examen y en una nota? Ninguno. Sálvese
quien pueda, todo el mundo a engañar.
¿Qué puede haber detrás de la
mentira? Cobardía, una de las formas más rastreras de cobardía, la más
asquerosa. El miedo a hacer frente a nuestras acciones o la ausencia de ellas
lleva hacia el terreno cenagoso de la mentira, porque se miente cuando no se es
capaz de enfrentar lo que el espejo devuelve. La debilidad del mentiroso es lo
difícil de digerir. Su incapacidad para responsabilizarse de sus actos.
No hay blancos absolutos o negros
absolutos, supongo que no todo el mundo miente pero hoy, justo hoy, otro
ladrillo se me cae.