Hay un salto para el que no estoy preparada. Un salto vital en el que el tiempo no me ha situado pero si las circunstancias. De haberlo sabido habría apurado mi nacimiento, quizá unas cuantas décadas antes, una al menos.
El camino me ha llevado a este punto sin retorno, y yo lo he seguido. Era fácil de andar, estaba cómoda, relajada, era el sitio que quería pisar. El que quiero pisar.
Tú sólo tienes que seguir.
Ayer estaba sentada con todos ellos, reíamos mientras tomábamos café. Me recordaban, (olvidando quién era), las hazañas de los vecinos que nunca conocí. Volvían sobre los viejos tiempos, y hacían balance de lo que costaba el pan, el trabajo del pan; hacían balance de cómo cambió la vida. Ellos han sufrido un cambio cualitativo, de una economía de subsistencia a un capitalismo finaciero especulativo brutal. Trabajar para comer, comer para vivir, trabajar para vivir. La vida girando en torno a subsistir, el ganado, el pan, la hortaliza, las estaciones, las lunas y las horas de sol, los nacimientos, las muertes, los partos y los ataúdes cargados a la espalda, las noches de camino a casa, de polavila.
Tiempos en los que uno se sentaba en la cocina y hablaba porque no podía hacer otra cosa. Ahora idolatramos esos tiempos, ahora hablamos de ellos con un deje de misticismo en los labios, pensamos en aquellos maravillosos años. Y ellos también pero desde la verdad. Se trabajaba hasta que no se podía por la luz, como decía Indalecio, "si houbera máis horas de luz máis traballaríamos". Ellos lo recuerdan con admiración, se asombran sin decir nada, como en un diálogo interno absortos, viendo cosas que ni nuestra imaginación, fabulando, alcanzaría a representarse. Acaban el diálogo invisible diciendo "¿e como poderíamos vivir así?" se responden, "non coñecíamos outra cosa". "Si fora agora... Algún matábase antes de vivir como vivíamos nós". "Pero eramos felices, non coñecíamos outra cosa, nacimos neso. Vós... non poderíades".
Me contaban y me contaban entre ellos, olvidándose por completo que quien era, de dónde había nacido. "Ben te acordarás de José do Perico". ¿Cómo non se vai a acordar?. Murió hace veinte años. En ese momento fui feliz, por fin estaba dentro del castro.
Pero el tiempo me prepara para que salte. Para que de golpe asuma lo que ellos van asumiendo desde hace muchos años.
La vida de mi pueblo tiene los días contados.
La vida de la vida de mi pueblo acabó hace tiempo. La maneras de vivir, las formas antiguas de entender el mundo de estar en el mundo, han muerto. Quedan las palabras como reliquias de tiempos gloriosos. Quedan como joyas que nombran vacíos, ausencias de lo que ya no tiene cabida en este mundo depredador, que fagotiza la diferencia y vomita monedas. Valemos unos pocos euros, ese es nuestro precio, eso es lo que somos. Un reducto pasado de moda, la nostalgia para muchos, mitología y folklore para otros, o una especie de cargador de pilas para los new age, eso es lo que somos, lo que valemos.
Vidas que amenazarían un orden muy bien establecido. Vidas, que no necesitan de vuestros plásticos, vidas que ya en la última etapa saben bien que con ellos se va una parte importante de la cultura, del legado de este país. Personas con nombre y apellido que son los auténticos guerreros de esa pequeña aldea gala. Y que cuando mueran se llevarán la vida que conozco, las historias que no viví, las palabras que no aprendí, y los amigos que siempre tendré.
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