Aquella onírica apariencia rompió la brida. Atadas las entrañas a la tierra. Saltó aérea la vida, ingrávida se fue posando como una pluma sobre la luz crepuscular y se meció durante mil años.
Fue abandonando el cuerpo a su suerte,
desoyendo.
Mientras, la mágica apariencia se vistió de plomo.
Arreciaba un viento norte.
Posó los pies descalzos sobre el amado bosque sabiendo que nunca hubo alas y,
con algo de sangre en los sueños, comenzó a buscar de nuevo el camino.
Al hilo de las ensoñaciones...
domingo, 24 de mayo de 2015
Fuga
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