Al hilo de las ensoñaciones...

jueves, 18 de abril de 2019

Carabanchel Alto

Nueva Numancia. El agua cae tímida, la falta de costumbre o el miedo ante una ciudad tan grande y tan sucia. El gris del cielo, de la calle, el humo. El gris, todo gris y polvo.

A letter to Elise.

El metro abre la boca, una caverna impersonal revestida de olor humano. Hoy es un refugio ante las escasas gotas y la libertad angustiosa del día sin escribir.
Todo sigue intacto el asfalto, el barullo monstruoso del aislamiento de miles de personas y coches. Los túneles del metro nos conectan a modo de arterias vacías en el corazón inexpugnable de este mastodonte innominado de soledades.
Nos reunimos accidentalmente, nos chocamos por azar buscando el contacto que nos podría salvar la vida. Quizá una mirada directa nos salve la vida a diario.
Puente Vallecas. Es pronto pero nuestros anhelos y desencuentros quieren hablar entre ellos. Me detengo en las finas cejas de la mujer que hay delante de mí, en sus ojos cansados con el aire elegante de los años treinta, podría ser Greta Garbo, es muy guapa. Los ojos de sueño de ese chico buscan a alguien que no está presente, parece salido de un vídeo de los años ochenta; con la misma desesperación de entonces, eso queda intacto, querer comerse el mundo y acabar devorado por un nudo en la garganta o por unos ojos negros y brillantes.
Nuestras soledades se reúnen y viajan en metro, viajan juntas por si acaso al abrigo unas de otras lograran darse algo de calor. Es tan pronto que cuesta darle sentido a las cosas.
Tengo instalada una pequeña semilla solar en el centro justo del pecho, la trajo el viento. Me ha abierto una hendidura por la que se cuela el dolor de los demás y acaso sus sueños. Abrazaría la sonrisa ingenua de la mujer que mira su móvil; el ceño fruncido de ese hombre que siente inseguro porque nunca viaja en metro, los ojos agotados del chico que hace días que no duerme porque no sabe cómo decírselo.
Hoy me siento tan próxima a la humanidad que me arden los pulmones de respirar su cercanía.
Me gustaría detenerme, detener el tiempo, seguir escuchando a The Cure decirle a Elise que nunca lo hubiera querido. Quiero detener este momento extraño de comunión de nuestra fragilidad, pero el metro no se detiene.
Próxima parada, Carabanchel Alto.

2 comentarios:

  1. Te empiezo a leer y me vienen estas palabras de "Los no lugares": “Todas las interpelaciones que emanan de las rutas, de los centros comerciales o del servicio de guardia del sistema bancario que está en la esquina de nuestra calle apuntan en forma simultánea, indiferente, a cada uno de nosotros (“Gracias por su visita”, “Buen viaje”, “Gracias por su confianza”), no importa a quién: son las que fabrican al “hombre medio”, definido como usuario del sistema vial, comercial o bancario (…) Esa persona sólo es lo que hace o vive como pasajero, cliente, conductor. Quizá se siente todavía molesto por las inquietudes de la víspera, o preocupado por el mañana, pero su entorno del momento lo aleja provisionalmente de todo eso (…) El pasajero de los no lugares sólo encuentra su identidad en el control aduanero, en el peaje o en la caja registradora. Mientras espera, obedece al mismo código que los demás, registra los mismos mensajes, responde a las mismas apelaciones. El espacio del no lugar no crea ni identidad singular ni relación, sino soledad y similitud.” (Marc Augé)

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    1. Qué bueno, David. Me parece un concepto muy acertado el de "no lugar". El problema es que hemos hecho un mundo repleto de no lugares, absolutamente impersonal, produciendo por tanto identidades en serie.
      No obstante, creo que, como seres sociales que somos, nos buscamos porque nos necesitamos. Sin querer humaniza os los no lugares.

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