Me resulta fascinante la manera
en que nos perdemos y nos encontramos a nosotras mismas a lo largo de la vida.
A veces como si una niña se perdiera entre la multitud o en el bosque, en el
parque. De pronto, la adulta desorientada se angustia por hacerse cargo de nuevo. La ve, está
entretenida, decide olvidarse por un momento. Cuando vuelve a levantar la
cabeza, el momento han sido varios años y ha pasado casi una vida entera.
Nos perdemos a nosotras a lo
largo del tiempo, nos volvemos a encontrar, visiblemente cambiadas, como dos
viejas amigas por las que la vida ha pasado en todas sus formas. La sensación
es de cierto alivio y de sorpresa, de nuevo hay que comenzar a rescatar ese
idioma inventado que se fue gestando a lo largo de varios años, ese idioma que
solo nosotras y entre nosotras mismas hablábamos.
Otra sensación es la de volver a
estar en casa y hacer presentes sentimientos velados. Acordarse de lo que
queríamos, recordar qué nos gustaba y cuándo, cuáles eran los anhelos, dónde
queríamos ir, la sensación sólida y frágil de los pies descalzos.
El sol después de un largo
letargo invernal. Abrir los ojos y descubrir que la luz no había muerto
definitivamente. Siempre estuvo ahí la otra mitad de la vida por vivir. La
ineludible e inaplazable urgencia de vivir. Nuestro "verano invencible".
Sí, también me veo reconocido en tus palabras. Contra los "autenticistas" (si tal vocablo existe), o los defensores del horizonte de la autenticidad, creo que cualquier vida auténtica es solo presunta y artificiosa. ¿Por qué tendríamos que sentirnos plenos y realizados? ¿Por qué la vida habría de organizarse en existencias plenas y fracasadas? Vaya presunción! Sí, nos desorientados y volvemos a encontrar porque, así lo veo yo, la vida no está organizada en puntos cardinales, y por tanto cualquier brújula es una impostura. Más bien nadamos en la incertidumbre, en terrenos movedizos, donde cualquier apoyo sólo puede ser provisional y particular. Excelente reflexión.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, David. Tienes razón, las "vidas auténticas" quizá escondan moldes que nos encorsetan, pero ya lo decía Sartre, la libertad es una condena que pesa demasiado y lo que es una guía se acaba convirtiendo en una cadena.
EliminarPor fortuna hay sensaciones que no piden permiso para nacer, tomas de conciencia, situaciones límite, que nos recuerdan la necesidad de volver a reconectar con nosotros y sobre todo, que nos recuerdan lo provisional de existir.
Muchas gracias por darle coherencia a lo que yo solo intuyo.
Un abrazo muy fuerte.
Exacto, "hay sensaciones que no piden permiso para nacer"... Casualmente, sobre eso gira el genial relato de la autora de Los pájaros, Posada Jamaica o Rebeca. Se trata de El manzano, de Du Maurier
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