La sencillez es un lujo en la vida al alcance de muy pocas
personas. Tan pocas que de hecho diría que solo conocía a una: Josefa de Minguxo y solo ella merecería un libro. Es “la
Crocodile” del libro Puerca tierra de
John Berger. Un personaje que no está dado a entender fácilmente. Casi un
arquetipo. Una mujer radicalmente libre con la vida más sencilla que he
conocido jamás.
Sencillez puede ser un término
algo ambiguo, lo sé. En mi ideario la sencillez aparece como la capacidad de vivir bien
necesitando poco. Y sé que habría que definir "bien" , esa es la clave (me meto en
unos jardines de los que luego es complicado salir). "Bien": con comodidad, con
alegría y serenidad, con plenitud, pudiendo desarrollar una vida enriquecedora
en todos los aspectos. Cada persona a su manera, no hay una sola vida sencilla,
habría tantas como personas.
La sencillez siempre vinculada a
la libertad ha sido un afortunado matrimonio del que Epicuro o los Estoicos se
han hecho eco. Pero claro, una cosa es saberse la teoría y otra muy diferente
es sentir esa idea. Es decir, entender lo que dicen es perfectamente asumible pero que sea el motor y
brújula en la vida es una tarea, que como decía antes, está al alcance de muy
pocos. Hablo de esta parte del planeta y concretamente de un sector de esta parte del
planeta, porque la sencillez forzada por la pobreza es la maldición a la que
condenamos a diario a muchas personas.
“Señor, no me des ni riqueza ni pobreza tan
solo haz que tenga la porción de pan que necesito”.
Quizá la sencillez tanto como la
libertad que adviene resultado de ella es una tarea solo de personas
valientes que se atreven a parar, a mirar y a desear de otra forma. Quizá sea
la tierra prometida a la que nunca llegue.
Día 20 de cuarentena. WhatsApp, la
única red social que queda en mi móvil, se ha convertido en una plaga de
contenidos que nunca termino de ver o escuchar. Plaga que me invade y a la que
abro la puerta o que incluso busco. La angustiosa sensación de querer comunicar
y verme sobrepasada por un aluvión de cosas de diferente índole me han llenado la retina hasta la náusea. Por la cantidad casi diría que es agresivo. Mandan a la
orden de: “mira, escucha, atiende a esta pequeña pantalla, responde, busca el
emoji, contesta, envía, mira, ríe, llora”.Sé que el mando lo tenemos nosotros, sé muy bien que en cada cual está la voluntad de decidir cuándo y cuánto. Pero me pregunto si como decía McLuhan, el medio no será el mensaje.
No estoy segura de que sea la vida
que quiero ni la forma de relación que quiero. Lo que me da no me satisface, me
genera más ansiedad que beneficios.
Un amigo hablaba de sus héroes aquí el otro día, esos que bajaban las persianas para poder "soñar con los oídos bien abiertos". Y otro escribía aquí de los modos de simulación, así que supongo que sé cuál he decidido que sea la mía.
Hoy en el día 20 de encierro, la mañana ha traído una conciencia a modo de epifanía: la necesidad de bajar de este tren. Si se anhela la sencillez, hay que buscarla pese al miedo. Y la sencillez empieza por ser
consciente de las verdaderas necesidades. Comunicarse sí, pero no así, no para
mí.
Basta.
Esta vez me va a volver a hacer falta una ingente cantidad de valor.Escena de la película "El sentido de la vida" |
Me hubiera gustado conocer a tu Josefa. Es difícil vivir de modo sencillo, muy difícil, y en seguida surgen los apegos materiales, que parecen tan adhesivos como el covid 19 a las manos.
ResponderEliminarYo estoy saturado de tanta red social y la vertiginosa velocidad que estos días llevan.
Curiosa contradicción la de estar encerrados para ralentizar necesidades y actividades, pero mantener un ritmo frenético en el mundo virtual.
Una mujer muy especial.
EliminarSí que es una contradicción como dices, pero quizá aparente. En realidad hemos trasladado el ritmo de la vida exterior a la pantalla del móvil. Lo verdaderamente difícil, creo, es vivir de otra forma.
Muchas gracias por acercarte y por tus comentarios :)
Leí Puerca tierra gracias a ti. Un gran libro. El otro día me preguntaba si podemos (o sabemos) clamar sosiego. Creo que no. Se habla de la tranquilidad, pero en oposición a la aceleración. La quietud y el sosiego son otra cosa, no se llega a ellas por un acto de desaceleración. Gran entrada. Muchas gracias.
ResponderEliminarTienes toda la razón. Me parece muy oportuna esa distinción entre el sosiego y la desaceleración.
EliminarLa quietud implica quizá ser capaz de hacer de forma distinta. Mirar y escuchar de forma diferente. Qué difícil, parece que es nadar en dirección opuesta a la corriente.
Muchas gracias por venir a esta ventana.
Te digo lo mismo que a Miguel Ángel, me encanta como la enriquecéis.
Has reflejado una vez mi sentir, por eso ayer apagué el móvil y ahora te leo. Estaba saturada, agobiada de tener la obligación de estar permanentemente en contacto. Hay una compulsiva necesidad de comunicar para sentirnos cerca, pero no es así. Cuanto más se aleja el mundo, más cerca nos sentimos de las personas que en verdad importan. El corazón es un teletransportador muy primitivo, pero muy eficaz. La quietud también tiene que ver con eso. Muchas gracias, amiga.
ResponderEliminarMuchas gracias, Rocío. Hay que volver a recordar lo que es estar cerca.
EliminarUn abrazo grande. Muchas gracias por acercarte hasta aquí :)