En este impasse extraño que suspende los minutos en un limbo sin luz, una fisura permite ver el rocío sobre la hierba en el huerto de los manzanos. El tejado de lousa brilla en la mañana con la humedad de la noche. Piedra muda que habla en sueños.
Los jirones de niebla se van quedando prendidos en los castaños en una danza lenta que disfrutarán hasta que venza el sol. Mientras, a lo lejos, se ven los primeros cerezos silvestres tiñendo de blanco la montaña; pronto irá cambiando el manto gris plata que la cubre. El invierno, como un invitado educado, se retirará ante la alegría obstinada de la vida.
Los narcisos son los primeros en florecer; han llenado la entrada del pueblo anunciando la incipiente primavera que aguarda pulsando en la tierra. Aún tardarán el resto, pero asomarán las violetas y los jacintos que adornan la fuente. Hay tanta humedad que todo es agua.
Se arremolinan todos los fuegos
que ardieron en la lareira. Aún hay barro en los pies. Descubro atónita estos hermosos líquenes
en la memoria y un pequeño retazo de niebla aguardando que venza el sol.
Ese barro ya debe estar reseco, habrá que rascar un poco.
ResponderEliminarLos líquenes, como las enredaderas y las trepadoras, siempre van a surgir en el momento más inesperado para sorprendernos contemplándolos.
¡Viva la primavera!
Ya sabes que la única manera de quitar el barro es cuando se seca.
EliminarViva la primavera.
Un abrazo y gracias por pasarte por aquí.